Cristo es “la Luz del Mundo”. Su misión es salvar almas, destruir las tinieblas, la ignorancia, instruir y ser Maestro de toda la humanidad y llenar las almas de su sabiduría, de su Luz y de su Divina Gracia. Limpiar toda el alma humana, el corazón y la mente, pero para ello debe cada uno de nosotros cumplir plenamente con los 12 trabajos de Hércules. Cristo con su cósmica energía, con su Luz Divina debe producir Luz en cada hombre y esa Luz tiene que recepcionarla el Rey Melquisedec, quien debe conducirla y ofrendarla a la Virgen de la Luz.
Obvio y
elemental que esas almas deben estar purificadas y ser perfectas de toda
perfección. Esas almas para ser
ofrendadas ante la Virgen de la Luz, tienen que haber pasado por los 13
arrepentimientos de Pistis Sophia y por infinitas purificaciones y, eso hace
que ya estén dentro del Orden Cósmico. Por eso Melquisedec, que es Rey de
Salem, es decir Rey de Paz las presenta al Reino de la Paz, que es el Reino de
la Estabilidad Inmutable. A estas alturas comprenderán nuestros lectores porque
Jesús el Cristo al elevarse triunfal hacia los cielos exclama: “La Paz os dejo. Mi Paz os doy”.
Pero esa Paz del Cristo no es la Paz del Mundo. La Paz del mundo es falsa y basada en el odio, en los temores, en el materialismo, en el interés mercantilista de las falsas religiones y de las grandes potencias, en el fanatismo, y al final terminará todo, en el Gran Armagedón, que exterminará todo vestigio de vida sobre la tierra.
La
Paz fundamental a la cual solo se accede descendiendo a los infiernos
individuales, como lo hizo Jesús después de su muerte de Cruz; esa paz solo se consigue
conociendo el ego plural y desintegrándolo radicalmente después de comprenderlo
en los 49 niveles de la mente y desintegrándolo en la fragua encendida de
Vulcano. Desintegrarlo hasta en su sombra, en su recuerdo. Porque con el ego
enraizado en el alma es imposible que tengamos paz, y por tanto jamás
entraríamos en el Reino de Salem, que es Reino de Paz, del Orden Cósmico. He
allí la razón por qué después de su resurrección, cada vez que Jesús el Cristo
se aparecía a sus discípulos, siempre los saludaba diciendo: “Paz a vosotros”.
Solo eliminando el ego radicalmente quedamos en paz con nosotros mismos y con el Espíritu.
Antes de la resurrección, Jesús debe descender al infierno y salir triunfante de él. Ese proceso de resurrección tiene que darse al tercer día, porque después del tercer día, los Jueces de la Ley Divina, cortan el cordón plateado o cordón de Ankatarana, que es el cordón que nos une al centro de la radiación de vida. Aunque en el caso de Lázaro, su resurrección fue al cuarto día, a esto se le llama milagro (IAO), y el Cristo podía realizarlo porque él conocía y conoce el ADN espiritual y tiene el poder de dar vida y de quitarla. Por eso en Apocalipsis de San Juan dice: “Yo soy el Alfa y la Omega de todo lo que existe.”
El proceso del Cristo en Jesús es gradual. “Natura non facit saltus”. Por tanto, en todo hombre Iniciado en los misterios, tiene que seguir una secuencia que es como sigue: el lunes, Gabriel lo gesta bajo la influencia de la luna. El martes, Samael le da la fuerza, bajo la influencia de Marte. El miércoles, Mercurio a través de Rafael le confiere la mente cósmica, sus memorias, su poder y lo confirma en el camino de la ciencia crística. El jueves, Zachariel, lo aprueba en el Orden Cósmico. El viernes, Uriel le da todo el amor de Venus. El sábado, Orifiel le da la muerte para que herede sus poderes sobre ella. El domingo, Michael, que es el Rey del Sol, lo resucita dándole su Luz, su divina Gracia y con ello quedan restablecidos para siempre todos los Poderes-Luz y los poderes sobre toda la creación a los cuales había renunciado para que la muerte física fuera una realidad y se diera el Nuevo Pacto. Esto es lo que se llama Semana Santa, que la gente mundana celebra con orgias, parrandas, iniquidades y perversidades de todo tipo, sin siquiera detenerse a reflexionar en este doloroso drama del Divino y buen Jesús de Nazareth. Pobres gentes, muertos vivientes, zombies degenerados que ignoran que ignoran.
Esos
Poderes Luz y ese triunfo sobre la muerte, son los que hacen al Adorable, ser
más sublime que los cielos y ser Todopoderoso sobre cielos, tierra e infierno. Esa es la gran diferencia.
Cristo es por eso un Nombre y un Poder Divino, que es sobre todo nombre y ante
el cual toda rodilla se doblará.
Cristo retorna triunfal al seno del Padre. Al seno de la Majestad Suprema para sentarse a su diestra por eternidad de eternidades. Ese es el misterio inefable del KA UNAS.
El Cristo resurrecto. El Cristo triunfante. La esencia pura del Padre que ha regresado a su seno. El José bíblico que llega nuevamente a los brazos y al regazo de Jacob (IAO), su Padre.
Sin embargo, después
de 3 días de tinieblas y restableciendo, restaurando toda su naturaleza, porque
de Él se dijo: “Tú eres mi Hijo. Yo te
he engendrado hoy”. Aún después de esa gloriosa resurrección y triunfo
sobre la muerte, después de esa resurrección que lleva implícita la reposición de todos sus Poderes Luz, su esplendor y la supremacía sobre toda la
Creación, que es su obra. Vemos que después de todo ese proceso triunfal de
resurrección, algunos grupos religiosos
como los católicos, se solazan, se empecinan en adorar al Cristo crucificado.
Al Cristo lleno de dolor, de sangre, en
plena agonía. Es como sí se hubieran quedado anquilosados en el pasado y
con esa imagen de llanto, de dolor y amargura, expresados en la patética y
macabra figura de la crucifixión. Tanto criticar a la mujer del justo Lot y se
quedaron como ella, mirando hacia el pasado y convertidos en estatuas de sal. Masoquistas de un cristianismo que ni
remotamente practican.
Cristo es el Hijo Santo de la Cruz. Es su quintaesencia. Es la fragante Rosa que nace en el encuentro transcendental de los 4 elementos. Es el fruto inefable del azufre cuando fecunda al mercurio filosofal de los sabios. “El que tenga entendimiento que entienda”.
El Cristo Vivo y sus Santos Misterios están llenos de sabiduría divina, de amor, de luz, de misericordia, de perdón y de infinitas posibilidades para que todos los humanos cumplamos con el Plan Divino y nos sentemos al banquete del Señor, con vestiduras solares y resplandecientes. Las vestiduras de oro que solo confiere el Cristo Resurrecto. Los católicos y demás grupos babilónicos, que todavía guardan en sus templos y en sus liturgias al Cristo clavado en la cruz y padeciendo en ella la más grande crueldad, es porque expresan exteriormente lo que interiormente guardan. Psicológicamente esto es un axioma irrefutable. Esos son los que nunca hablan de la gloriosa resurrección del Salvador y menos de su ascensión a los cielos.
Masoquistas espirituales que sufren de Alzheimer espiritual. Hijos de perdición, que como el hijo de perdición (Judas), se han perdido para siempre, para que se cumpliera la Escritura.
Esos son los que han tenido agonizante al Cristo durante más de 2.000 años. Los mismos que han explotado su dolor y sufrimiento en aras de bienes materiales, intereses económicos, fanatismos o de simple protagonismo social.
El Cristo Vivo es el Cristo Resurrecto, el que se liberó así mismo de la muerte; él es quien aboga por nosotros desde el fondo de cada corazón humano. Ese es Nuestro Maestro. Nuestro Salvador, de cuyas manos debemos hollar la senda de la santidad y proclamar la doctrina de la Salvación, del verdadero religare a través de su mediación.
El Cristo es la Roca, es Dios mismo hecho humano. Es la máxima piedad actuando con todo su magisterio sagrado. Tejiendo el Manto Púrpura de la Eternidad en las almas, en las pocas almas que han decidido dejarlo todo, para ganarlo todo. De esos que hemos hecho de todas sus enseñanzas, tanto públicas como ocultas, de sus 7 palabras de la cruz y de los 7 Yo Soy, un estigma sagrado que ha sellado nuestras almas y nuestros corazones para la eternidad y así, SER UNO con él, en la infinitud del Todo.
Cristo es el Único Camino. El Único Mediador, el Único que concede los 2 bautismos para borrar toda huella de pecado; el Único Pastor que nos lleva seguros al redil santo que es la Jerusalén Celestial.
A ese Cristo que vino a enseñarnos la doctrina del amor como única vía de reconciliarnos con Dios. A ese Cristo contenido en el sagrado IAO. Al Cristo que padeció toda suerte de humillaciones. Al Cristo hecho más sublime que los cielos y más poderoso que todos los Ángeles. A ese Cristo Resurrecto, que se le apareció primero a María Magdalena y a las Santas Mujeres. A ese Cristo cuyo cuerpo era alma misma de su Ser y por eso podía ascender en cuerpo y alma a los cielos infinitos.
A ese Cristo que pacientemente espera en el Templo Corazón de cada uno de nosotros para que hagamos de ese corazón su habitáculo natural, su Tabernáculo Santo, no hecho de manos humanas.
Al Cristo que es la base, la esencia y fundamento sobre el cual está constituido todo el Universo.
A ese Cristo sea la Gloria, la Divina Gracia, la Luz, el Amor Nuestro, la Divina Misericordia y el Imperio Sempiterno. Amén. Amén. Amén.
GNOSIS DE VANGUARDIA
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