miércoles, 9 de junio de 2021

EL MUNDO DESDE LA PERSPECTIVA DEL AMOR.

 

Al Cristo, que enseña el amor verdadero.

El amor es la fuerza más grande y más poderosa que existe en el Universo.

Por amor ha sido hecho todo lo que existe y todo lo que existirá en los mundos del futuro.

Absolutamente todas las especies son fruto del amor. Son consecuencia de la Cruz. De los cruces de diferentes energías o fuerzas, masculina y femenina, se forma un Tercer Punto energético, conscientivo, que en las religiones se conoce como el Espíritu Santo, Shiva, o el Tercer Logos, y quien es el que produce todas las especies, sean éstas divinas, angelicales, humanas, animales o vegetales.

Algunas premisas espirituales dicen que solo la Cruz salva. Lo cual, es además de positivo, taxativo. Es decir, no admite ni duda, ni discusión porque es una verdad del grande de una montaña.

Lo que ocurre es que la Cruz formada por dos palos de madera, de metal, o de cualquier material, no es la Cruz que salva, puesto que eso solo es un objeto simbólico, una alegoría de la Cruz tántrica, que el Divino Salvador quiso significar con su muerte en el calvario.

Es preciso y absolutamente necesario que la humanidad vaya hasta lo más profundo de ese misterio para descubrir la verdadera fuente de salvación, de crecimiento y expansión espiritual.

Sólo con la verdadera Cruz del Cristo es posible cumplir el mandato dado por Dios en el Génesis de: “Creced y multiplicaos”.

La gente dice adorar la Cruz, pero andan fornicando y adulterando. Adoran la Cruz, pero no adoran la santidad, ni el martirio que ella produce. Aunque parezca paradójico, la Cruz duele, pero no hace daño.

Siempre hemos afirmado que: “Sin crucifixión no hay ascensión”. Porque el acto de crucifixión vivido por Jesús es un acto que trasciende las Edades, que trasciende el tiempo. Esa es una enseñanza eterna, que cada hogar, cada pareja debe vivir en su diaria realidad. Aunque es una realidad de gozo para el cristiano practicante de la castidad, también es un proceso difícil y doloroso de vuelta a la casa celestial.

Esa es la razón por la cual el Divino Salvador afirma: “Yo no he venido a traer paz, sino espada.”

La humanidad habla del amor señalando exclusivamente un sentimiento. Nosotros afirmamos que más que un sentimiento es una consciencia, una sustancia, una energía, una poderosa fuerza que construye puentes entre lo humano y lo divino. Entre cielo y tierra.

He ahí por qué, Hermes Trismegisto dijo: “Te doy amor, en el cual está contenido el summum de la sabiduría.”

Muchos proxenetas y comerciantes de la dignidad humana, han hecho confundir a propósito, el acto sexual con el amor. Ante lo cual aclaramos que el acto sexual no es el amor, sino su consecuencia. Y ese acto no puede confundirse con una vorágine de pasiones que aberradamente destruya toda moral, toda norma, para revolcar en el cieno de su propia inmundicia y concupiscencia, a sus actores, ofendiendo la ley divina.

Cuando el amor junta con castidad y pureza de corazón a las parejas, cumpliendo los protocolos sagrados; entonces, el hombre y la mujer superan las estimulaciones sensoriales, y se ubican en estados de gozo y embriaguez, en ese momento de embriaguez, la pareja tiene poderes Supremos de Cosmocratores.

Los enamorados, que así se llama a los que están poseídos de la fuerza del amor, entran en una Octava Superior, y ese nivel de Consciencia elevado está representado por los dos querubines guardianes del Arca de la Alianza, que dulcemente se tocan con sus alas.

Quien practica el amor desde la perspectiva anterior, vive una existencia llena de gozo, de alegría, de plena realización, porque la energía producida en el acto del amor del Cristo, con la verdadera pareja, experimenta las siguientes transformaciones:

El Fuego se transforma en luz.

La luz en sabiduría.

La sabiduría en felicidad.

Y la felicidad es el Cristo Triunfante que hace presencia en nuestro corazón, en nuestra vida.

Quien practica la Ciencia del Amor empieza a ver la vida y el mundo entero desde una perspectiva más placentera, más cómoda, más real, más divina, más feliz.

Si la Escritura Sagrada dice que: “Dios es amor”, entonces es de deducir que, quien practica el amor está con Dios y Dios con él. Afirma el apóstol Santiago que: “El que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.”

El que no ama tiene una vida vacía, hueca, llena de mitos, de tabúes, sin motivos ni razones, para vivir. Sin anhelos transcendentales. Sepulcros blanqueados, les llamó el Cristo.

Cuan diferente sería nuestra vida particular si empezararamos a ver el mundo desde la perspectiva del amor.

Cuan distinto y feliz sería el mundo entero si el prisma fuera el del amor.

Cuánto amaríamos al prójimo, y viéramos en él la manifestación de la gloria de Dios. No lastimaríamos a nadie, por amor a nosotros mismos. Cumpliendo así el mandamiento supremo del Cristo.

Si viéramos el mundo desde la perspectiva del amor, no habría asesinatos, ni maltratos, ni explotación, ni traición, ni violencia, ni engaños, ni odio, ni resentimientos, ni venganzas, ni mentiras, ni avaricia, ni guerras, ni arsenales nucleares para matar personas que ni siquiera conocemos, personas que no nos han hecho ningún mal.

Si viéramos el mundo desde la perspectiva del amor, no habría ese fanatismo religioso que, persigue, discrimina, destruye, aliena y descalifica a nuestros hermanos.

Obsérvese que el Sagrado Corán es el mismo desde la muerte de Mahoma en el año 632, y sin embargo, esa divina sabiduría celestial ha dado origen a dos facciones irreconciliables como son los Sunitas y Shiitas, que se odian y persiguen a muerte.

La doctrina de Jesús el Cristo, su martirio y muerte de Cruz, es la doctrina del amor. El mensaje del Cristo es uno solo: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado”. Sin embargo, debido a que cada quien entiende según su nivel conscientivo, y a veces, según sus intereses o su cultura; el cristianismo ha producido cientos de sectas, de fanáticos irredentos e irreconciliables, que jamás han percibido el mundo desde la perspectiva del amor.

La perspectiva del amor empieza por reconocer tu nadidad, tus faltas y tú pequeñez. De donde se procesa un cambio que se inicia con Reconocer tus faltas, tus errores. Después de reconocer tienes que Aceptar tus errores porque solo así podrás producir en tu Consciencia un profundo “Mea Culpa”, y pasar a Rectificar. En ese orden: Reconocer, Aceptar y Corregir das paso a una gran Conmoción interior, que te integrará contigo mismo y podrás vivir el aquí y el ahora. Para conectarte y mantener en el recuerdo de sí. La auto recordación que te pone en contacto con tu Real Ser, que es todo amor y sabiduría Divina.

Cuando el humano vive en contacto con su Real Ser, descansa de su diario afán, descansa de su tormento, y el amor, como sustancia alquímica, transforma el Éter de Vida, el Éter Químico, el Éter Luminoso y el Éter Reflector y toda la vida individual y perceptiva cambia para bien. Ésa es la presencia del Cristo tomando el control de nuestra vida e irradiando la poderosa fuerza del amor en nuestro Ser, e impactando nuestro quehacer.

Ésa es la perspectiva del amor. Recordemos que: “Amor es ley, pero amor consciente.”

Ya lo advertía el Ritual Gnóstico: “Dejad a un lado los vanos amores. Los que son fruto de perdición. Hay palomas y hay serpientes. Podéis escoger.”

El amor verdadero, el de la Cruz tántrica, es la puerta estrecha. Sólo ese amor y la renuncia al pecado, son los que salvan el alma y permiten la reconciliación con Dios. Lo demás es parte del teatro, del gran circo de la vida.

A Dios nadie lo puede engañar. Jesús el Cristo lo dijo con letras de fuego y de resplandeciente verdad: “El que quiera venir en pos de mí, deje todo lo que tiene (la cantidad de egos y defectos), tome su Cruz, (es decir, practique la doctrina del amor en la alquimia sexual) y sígame”, (sacrifíquese por la humanidad.)

Ése mandato del Cristo está clarísimo. Aunque algunos falsos profetas y encantadores de serpientes afirman que ya Jesús pagó por todos nuestros pecados. Si así fuera, entonces no se necesitaría ningún Salvador, puesto que ya todos estaríamos salvados. Y las lucrativas y famosas religiones no tendrían razón alguna de existir.

Si así fuera, Jesús no vendría a juzgar a vivos y muertos... como dice algún Credo por ahí.

Si fuera así, entonces no habría necesidad de hacer el Juicio final.

Si fuera así, se eliminaría la ley de acción y reacción, que es la ley del Karma.

Si fuera así, Jesús se convertiría en cómplice de todos los que cometen pecado, y transgreden las leyes de Dios.

Si fuera así, la Balanza de la Justicia no tendría dos platillos. Porque en uno se pesan las obras y en el otro las consecuencias, los efectos.

Bien necios y mentirosos los que afirman que nuestros pecados están perdonados, porque con su muerte de Cruz, Jesús ya pagó. Eso es ignorancia y fraude. Si quiere comprobarlo, busque un arma y mate a alguien, y después, dígales a las autoridades que Jesús ya pagó su asesinato.

Lo que verdaderamente ocurre es que, nuestros defectos, nuestros errores, se enmiendan con el acto puro y santo de la Cruz tántrica. Cruzados en santa unión, hombre y mujer, conservando las energías del Espíritu Santo, quien con ese acto de amor se convierte en Divino Dador de Vida, en Glorioso Revocador de Sentencias, en Calor y Luz de nuestra Eternidad.

El verdadero Cristo Salvador y Redentor, está más allá de la palabra manipulada y retorcida de los fariseos de siempre. El verdadero Cristo está en tu corazón y vive más allá de las religiones y de las creencias. El verdadero Cristo es el Hijo del Hombre de instante en instante, y del cual habló Jesús a Nicodemus en el capítulo 3 del evangelio de Juan.

El verdadero Cristo tiene los brazos abiertos, esperándote a las puertas del Templo de la Sabiduría construido con el amor tuyo, que es reflejo del amor de Dios y del Universo entero.

Empieza a hacer carne y sangre el amor verdadero del Cristo.

Empieza a vivir la vida desde la perspectiva del amor y vive feliz por siempre.

Que Dios nos proteja y bendiga a todos con su amor. Que el amor con su mágica llave nos permita crecer y abrir las puertas de los cielos infinitos.

Amén. Amén. Amén.


GNOSIS DE VANGUARDIA

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