A Cristo, a su
Gloria eterna.
El Cristo es la manifestación de Dios Padre para
salvación y reunificación con la Majestad Suprema.
El Cristo es la única
vía para la reconciliación, es el único camino. Por esa razón dice de sí
mismo: “Yo soy el camino, la verdad, y
la vida.”
El camino porque es la única vía, el puente que está
construido desde la tierra al cielo, de la materia al Mundo de Dios. Por esa
misma y única razón, Dios tenía que enviar a su Divina Emanación, a su Hijo,
para que “todo aquel que en Él crea no
se pierda, mas tenga vida eterna.”
Según el capítulo 6, del Evangelio de Juan, “A Dios nadie le vio jamás. Sólo el Hijo
que habita en su seno, él le ha dado a conocer.” Y esto es así, porque Dios
es espíritu puro; es decir, no tiene cuerpo físico. Por tanto, en Cristo toma
expresión corporal para enseñar el Misterio de la salvación de las almas y
cumplir así el plan divino de formar hombres solares, a través de la sustancia
del amor, usada como energía para reconciliarnos con el Padre y volver a la
casa celestial. Enseñanza que está
plasmada en la parábola del hijo pródigo.
Y entiéndase que
hijo pródigo es toda la humanidad.
La humanidad es Lázaro que está muerto y frío por la lepra que es una enfermedad
consecuencia de las abominaciones del alma. Lázaro tiene que ser resucitado por
el Cristo y la palabra dicha a Lázaro,
es también dirigida a toda la humanidad que está muerta, y debe ser
resucitada para Dios por el Cristo, el único y Santo Mediador.
Cristo es la Verdad, porque él es con el Padre. Es decir, en cuanto al descenso de Cristo a la tierra, él es su Santa Emanación, pero en su gloriosa resurrección y ascensión, es en el Padre. Por eso la frase dicha al apóstol Felipe: “Mi Padre y yo somos uno. Y el que me ha visto a mí, ha visto al Padre que me envió.”
Cristo es la Verdad para salvación, porque en él se
esconden todos los tesoros de la deidad. Él contiene todos los Misterios de la
salvación, y el mismo es ese Misterio. Por cuya razón él se constituye en el
Salvador, el Jeshua, en el Emmanuel.
La venida del Cristo fue profetizada por Isaías 723 años antes, con el nombre de Emmanuel, que en lengua judía significa “Dios con nosotros.” Y en los tiempos de su encarnación, fue profetizado con el nombre de Jeshua, que significa, “el Mesías, el Salvador.” Si hacemos el ejercicio místico de juntar los dos nombres, veremos un mensaje completo. Así: “Emmanuel es Dios con nosotros” y Jeshua es Dios Salvador. Por tanto, Emmanuel Jeshua, significa: “Dios con nosotros para salvarnos.”
Cristo es la
Vida porque él posee el
llamado “Don de la Continencia”, es
decir, la Causa existente por sí misma. Esa es la Cuarta Prueba de la
existencia de Dios, de las Cinco explicadas por Tomás de Kempis, en su libro “Imitación de Cristo.”
Cristo es la
Vida porque quien encarna
su esencia, su divina naturaleza, su divina consciencia, sus virtudes y sus
niveles energéticos, llega también a tener vida en sí y por sí. Esto significa vida eterna.
Hemos explicado así la frase del Maestro Jesús en el
Evangelio de Juan, que es el Evangelio del Águila, porque es el de mayor altura
espiritual: “Yo soy el camino, la verdad
y la vida.”
Ahora bien, a este punto de nuestra disquisición, es
insoslayable afirmar que, el Cristo para
su nacimiento, crecimiento y desarrollo total, hay que cuidarlo.
Así mismo como se hace con la concepción, gestación,
parto y crecimiento de un bebé normal, similarmente hay que proceder en todos
los aspectos para llegar a ese hombre nuevo, a ese parto de gloria del cual nos
habló Pablo, en su epístola a los Gálatas, 4.19, cuando dijo: “Hijitos míos, por quienes sufro dolores de
parto, hasta que Cristo se haya formado en vosotros.”
En ese camino de nuestra propia Belén, para que
nuestro Cristo particular nazca del fuego y del agua, tienes que estar atento y
vigilante, Cuidando a tu Cristo Íntimo.
Cuando te
convertiste en hazme reír de tus amigos, en chiste cruel para tu familia, y
nunca desfalleciste en tus propósitos, es porque estabas Cuidando a tu Cristo
Íntimo.
Cuando en tu trabajo todos te veían raro, y te
invitaban a las antiguas orgías, y tú preferías congregarte en tu Lumisial, a
escuchar conferencias gnósticas, o participar en la Sagrada Liturgia, es porque
estabas Cuidando a tu Cristo Íntimo.
Cuando tuviste que sufrir los malos tratos de tu
pareja, que te pedía fornicación, morbo, aberración, y tú resistías los embates
de los demonios Rojos de Seth. Cuando después de tanto martirio y sufrimiento,
tuviste que decidir separarte, dejando a tus niños, tu casa, y todo, entonces
te cobijaste con el manto del dolor y el llanto, y sin embargo, bendijiste el
pan y el vino, en la soledad de tu alma, invocando el auxilio de Dios, estabas Cuidando a tu Cristo Íntimo.
Cuando cambiaste las lecturas de palangres y dejaste
de ver basura televisiva, y te refugiaste, sin fanatismo en la sana doctrina
del Cristo y su Avatara Samael, es porque en esos actos estabas Cuidando a tu Cristo Íntimo.
Cuando hiciste carne y sangre las palabras del
Ritual de Consagración: “Dolor y
Reflexión, he ahí tu camino”, te preparaste con fe para las pruebas de los
4 Elementos. Te abrumaban los malsanos comentarios de todos, incluida tu
familia, que decían que “estabas loco,
que la difícil situación económica era por esos estudios en que ahora se metió.”
Viviste una etapa dura, de liberación, de soltar
cosas y de aprendizaje para seguir en tu luminoso camino, es porque estabas Cuidando a tu Cristo Íntimo.
Te abrumaba el recuerdo cuando tu hermano mayor en el mundo físico, poniendo su dedo índice sobre tu pecho, te dijo arrogante: “Usted traicionó la religión de sus padres. Apártese de esa religión y verá que hace dinero.” En ese momento, no perdiste la conexión con tu Ser, le perdonaste su atrevimiento, siguiendo la enseñanza crística, porque querías seguir Cuidando a tu Cristo Íntimo.
Sabemos cuánto sufriste para desarrollar la castidad. Comprendiste que sin castidad no hay santidad y sin crucifixión no hay ascensión. Después de quedarte sólo, innumerables parejas se postularon para destruir tu soltería obligada. Pero conscientemente, sabías que las mejores parejas no eran las más convenientes. Y en tu soledad, recordabas la frase de Pablo cuando escribió: “Todo me es lícito, pero no todo me es conveniente.”
Tú buscando auxilio, te aferraste con Fe al Divino
Gran Jerarca Anubis, el Señor de Toda Perfección, a su perdón y misericordia, y
le suplicabas la pareja santa y casta diariamente. Hiciste una pausa en tus
súplicas, y un día recibiste la buena nueva. La Madre Divina había intercedido
por ti en el Panteón de MAAT, y ya estabas acompañado. Podías encender la Pira
Santa, de Pedro. Tu ruego fue escuchado y podías seguir Cuidando a tu Cristo Íntimo.
La castidad era un calvario. Renunciar al inmundo e
infernal coito era cosa de vida o muerte, para triunfar. Te recordabas de
Samael cuando te enseñó que: “Siete
veces cae el justo, y si lo es, siete veces se vuelve a levantar”. Pero lo
tuyo eran más de siete veces. Era casi siempre. Nostálgico te venía a la
memoria, la anécdota del Maestro Rabolu, quien después de muchas pérdidas, se
presentó al Maestro Samael, y con una pistola apuntando a su propia sien, le
dijo llorando: “Maestro, yo no sirvo
para esto”. Sin embargo, su espíritu rebelde, y la fuerza con que el
Iniciador lo ayudó, hicieron que ese Trono de la Justicia Divina, que es
Rabolu, pudiera seguir su camino triunfante hacia la Primera Montaña. Cuidando a su Cristo Íntimo.
Tu persistencia,
tu disciplina y tu fe han sido armas indispensables para estar atento y
vigilante como el vigía en época de guerra.
Recuerdas aquella vez, que al terminar una visita misional al Budha Viviente
Gargha Kuichines, le pediste su bendición, y él te dijo: “Que el cielo te bendiga, hijo, porque lo vas a necesitar…” Cuando
llegaste a tu país, los hermanos gnósticos amotinados en tu contra, habían
colocado una gruesa cadena en la reja del Santuario y no te dejaron entrar, no
obstante ser tú el mayor benefactor de ese templo sagrado. Terminaron en su
rebeldía y desazón, lanzándote las vestiduras sagradas a la calle. Como una chispa, te acordaste de la
bendición que te dió el Venerable Anciano.
Te metiste a vivir
los Tres Factores, y hace más de cuatro décadas, me dijiste que la muerte
psicológica, o transformación de los
defectos en virtudes, era como cruzar el océano a nado. Pero veo que
bastante has trabajado. Grande es tu comprensión de los defectos. Muchas son
las súplicas a la Madre Divina Kundalini y millones los pranayamas hechos en
pleno Maithuna para cuidar la energía y para que la Adorable Majestad Femenina
te ayude a sacar los mercaderes del Templo.
Me dijiste que tu cambio fue paulatino, pero firme.
Tus palabras, tu modo de ver la vida, la valoración de los eventos, de las personas,
de sus debilidades, sus méritos. Tu gerencia del tiempo, que ahora utilizas al
máximo, sin perder la ubicación de tu país psicológico, te han hecho crecer.
Nunca has perdido la vista en el galardón. Todas
tus cosas te llevan a estar siempre Cuidando a tu Cristo Íntimo.
Trabajas duro, demasiado duro y eso te ha permitido
sobrevivir a terremotos, hecatombes, y movimientos sísmicos de los gnósticos.
Ahora sabes que no has perdido tu existencia. Sabes que Dios te bendijo con la sabiduría dulce que tú Maestro te
enseñó cuando tomaste el camino de la gloria.
Aprendiste que el Cristo es la puerta estrecha. Aprendiste que la sabiduría está en el
temor a Dios, y la inteligencia en cumplir su voluntad. Por cuya razón, el Sabio Salomón en su
Invitación proclamó: “Inteligencia y sabiduría,
dadme la corona”. La Corona Sephirotica que es la Corona de la Vida Eterna.
Has comprendido que Cristo es la Misericordia del
Padre vertida en el Sacratísimo Ser de Jesús, para salvación y redención del
género humano. Has comprendido que la
gloria es el Sol de los muertos. Sí. De los que han muerto en sí mismos. Y
han levantado la Serpiente de Fuego sobre su vara, como lo hizo Moisés en el
desierto. Sí. En el desierto de su vida.
Negarte a ti mismo te permitió conocer tu verdadera
dimensión. La dimensión donde todas las máscaras se caen y sólo tu Ser se manifiesta. La eternidad del Todo.
Sigues en
guardia, vigilando. Siempre estás Cuidando a tu Cristo Íntimo.
¡Que Dios guarde tu camino, guerrero de la Luz Divina!
GNOSIS DE VANGUARDIA
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