miércoles, 31 de marzo de 2021

PADRE, PERDONALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN.

A nuestro Señor el Cristo, Maestro del perdón.

La primera palabra del Cristo en la cruz del Calvario, dicha hace más de 2.000 años, está hoy más vigente que nunca: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”

Esa palabra tiene dos módulos semánticos que todavía la humanidad no ha comprendido, ni ha cumplido. El primero de ellos es el perdón como filosofía de vida, como actitud positiva y edificante ante todos los hechos que nos ocurren y que ocurren. El perdón como actitud de gloria y grandeza del alma, no ha ocurrido.

El segundo de esos módulos semánticos es la ignorancia. El no saber.

La gente toda es renuente a perdonar. Nadie quiere perdonar. La gente quiere venganza. Quiere castigo y retaliación, quiere sangre y violencia contra quien en alguna forma hizo algo que nos lesionara en la vida.

La falta de perdón genera bloqueos energéticos que dañan nuestra salud física y mental. En lo físico, se altera la fisiología de órganos como el corazón, los riñones, el hígado, las glándulas suprarrenales y el bazo. Al cambiarse los metabolismos endocrinos, se afecta también el campo mental y vibracional de quien no perdona.

La falta de perdón poco a poco, se convierte en enfermedad corporal, somatizada por el bloqueo energético, producido por el resentimiento, el rencor, el deseo de venganza, y el odio que impiden hasta el mismo acto de morir en paz.

Personas que sufren una larga agonía y que no pueden morir en paz porque tienen algo que no se han perdonado ellos mismos, o porque no han sido capaces de perdonar a otros. Han creado una poderosa cadena que los ata dolorosamente al pasado y que les impide fluir hacia la dimensión de la eternidad.

Nadie puede perdonar a otro, si no se perdona primero a sí mismo. Muy simple, nadie puede dar lo que no tiene. En consecuencia, es preciso meditar continuamente. Sumergirse en las profundidades indescriptibles de nuestro propio Ser. Ahondar en lo más profundo de nosotros mismos y buscar allí nuestros errores. Pasar la película. Ver objetivamente cómo ocurrieron los hechos exactos. Los personajes, las palabras, los gestos, las emociones, los lugares y escudriñar todo. No juzgar, y menos, justificarnos. Para que advenga a nosotros la enseñanza exacta de cada evento vivido, y así seamos plenamente conscientes del aprendizaje y podamos perdonar nuestros errores.

Cuando tú te perdonas, cuando sacas lo bueno de lo malo, obtienes paz contigo mismo. Te integras. Te armonizas. Sólo entonces, habiéndote perdonado, es que te capacitas para perdonar a otros. En otras palabras, eres capaz de aceptar y aceptarte. Eres capaz de dar perdón, porque ya tienes perdón.

No perdonar es quedarse atado a la roca del tiempo en que ocurrió el evento, la ofensa. Eso es atrasarse, porque si todo el universo es dinámico, y todo está en movimiento, el que se paraliza, se atrasa. Por eso, anquilosarse, es atrasarse.

Debemos afirmar que el perdón no es un regalo que yo le doy a otro. Más bien, es un regalo que yo me doy a mí mismo para mi sanación espiritual y mi liberación. Porque quien no perdona se convierte en esclavo del hecho ocurrido. Por tanto, perdonar es una necesidad del alma para avanzar.

Ábrete al amor y no te encadenes al pasado. El perdón es una oportunidad para demostrar la grandeza y la gloria de Dios en ti. Perdona y serás perdonado

Sabemos que el proceso del perdón en cada persona es diferente. Cada uno sabrá cómo hacerlo. Cuándo hacerlo. Y qué niveles de Consciencia sostienen y verifican el acto del perdón. Cada evento a perdonar es único, y por tanto, trae su propia enseñanza oculta y provechosa para nuestra alma, para nuestra vida.

Sabemos, también, que esto es una filosofía de vida, por tanto, para emprenderla, debemos empezar poco a poco. Es un aprendizaje que requiere de guías y Maestros Supremos, como Jesús el Cristo, que es un verdadero héroe, y Maestro Supremo del perdón. Por eso, hay que suplicarle su ayuda para que nos asista y acompañe a desarrollar el perdón. Igualmente, a la Virgen Santísima, la Madre Divina individual, que es puro amor y sabiduría. Que es pura Misericordia manifestada en cada acto.

El perdón es fácil. Y cuanto más se practica, más fácil, porque se vuelve en nosotros una cultura. Una costumbre. Y el alma va educándose. Va deslastrándose de tanta selva interior, de tanta fiera y alimaña que conforman ese mundo sumergido que vive en nuestra geografía psicológica.

Así, es que el alma aprende a mirar hacia lo alto, y no detenerse en la miseria humana de quien cometió la falta.

Cuando en verdad perdonamos, adviene como por magia divina, el olvido de la ofensa, de la agresión y con ello, el amor hacia el causante de la molestia. Es decir, el acto pleno y consciente del perdón, trae tres elementos indispensables; a saber, el perdón, el olvido y el amor hacia el agresor. Gargha Kuichines nos enseñó que, el mal se cura con el bien. Esa es doctrina del Cristo, que él mismo enseñó con ejemplos hasta en la hora de su terrible muerte de Cruz, pues allí dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”

Y este segundo módulo semántico: “...porque no saben lo que hacen”, implica ignorancia del ser humano. Caemos aquí en el campo del desconocimiento, de la falta de buena información para la formación de la humanidad. En la universidad de Stradford alguien nos dijo que: “Los hombres se clasifican en dos grupos: según la información que reciben, y según el uso que hacen de esa información”.

En el caso que nos ocupa, la humanidad, a pesar de los avances científicos y tecnológicos, todavía ignora. Y muchísimo. Afirmamos que: “Ignorante no sólo es quien no tiene conocimiento, sino también, el que se niega a recibirlos”.

El Maestro Samael, a nosotros personalmente, nos enseñó que: “El más ignorante de todos, es el que ignora que ignora.” Y de este gran grupo es casi toda la humanidad. A tal extremo, que ignoran y desechan la oportunidad de crecimiento y expansión del Universo, a través del hombre-espíritu, el hombre solar. El hombre inmortal con plenitud absoluta sobre toda la Creación.

Ignoran el poder de transformar energías que tenemos los humanos y que usando esas energías en su forma más sutil, nosotros desarrollamos el mandato de Dios en el Génesis, cuando nos ordenó: “Creced y multiplicaos.”

La humanidad ignora que hay una Ciencia de la Cruz que nos eleva y trasciende esta naturaleza mortal. Y que conociéndola el bienaventurado Pablo de Tarso pudo escribir: “Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.”

Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.

¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?

La ciencia ignora los poderes de la Fe. Y por tanta ignorancia el mundo está viviendo los estertores de una desaparición del género humano a nivel global.

Hijos de concupiscencia y en su concupiscencia morirán.

Con todo el castigo de la actual pandemia encima, y todavía permanecen haciendo bacanales como en la Edad Antigua. Imitando a aquellos emperadores romanos que practicaban el más repugnante hedonismo de, “comamos y bebamos que mañana moriremos.” Todavía está vivo el recuerdo de Nerón, comiendo hasta la saciedad. Y después sus pajes, untando con aceite de oliva, una pluma de faisán y metiéndola por la boca para provocar el vómito y seguir comiendo.

“Perdónalos, porque no saben lo que hacen”, eso fue pronunciado hace más de 2.000 años, y todavía la humanidad sigue ignorante, sin saber qué hacer.

Cada vez son más las abominaciones, las aberraciones y las ofensas a la Divina Majestad, y sin embargo, Cristo pide perdón para la humanidad entera. Porque Cristo es amor. Pero amor incondicional.

Querido hermano, te has puesto a pensar: ¿Cuán hermoso sería el mundo si la humanidad practicara la Ciencia del perdón?

¿Cuál sería el beneficio individual y colectivo para la sanación física y espiritual si perdonaramos?

¿Cuál sería el beneficio para la paz, la colaboración entre países y para todas las culturas si practicaramos el perdón?

¿Cuántas guerras y muertes se hubieran evitado?

Insistimos, tú no puedes cambiar el mundo, reconócelo. Pero si puedes cambiar tu propio mundo. Empieza a vivir ya la filosofía del perdón. A imitar a Cristo. A practicar la Ciencia del perdón y observa los maravillosos cambios que poco a poco se producen en tu vida. Milagros en tu sentir. Vivencias nuevas. En la expresión verbal y corporal y en la percepción de todo lo que ocurre.

Observa que hasta tus palabras cambian. Tu idiolecto se llena de hermosas palabras. Cambian tus frases y oraciones con las que te comunicas contigo y socialmente. Esas palabras se llenan de un dejo, de una dulzura fonética, de un tono, de un timbre metálico hasta ahora desconocidos. Esa es tu verdadera voz. La que doma tigres y leones. La voz de Daniel, el profeta, que impidió ser devorado por los leones en el foso ardiente a donde lo habían lanzado. Esa es la voz del Cristo. La voz de tu Íntimo, que ahora por magia del perdón, empiezas a escuchar.

Recuerda, hermano,

“La voz que arrulla al viento,

canta a tu corazón.

La voz y el latido eterno

del Yo Soy.

La voz del que es

Y del que siempre será...

Búscame, en tu corazón estoy.”

El perdón es una bendición de Dios Todopoderoso para crecimiento y expansión de tu alma.

Dios bendiga a todos los que practican la sabiduría del perdón. Y a los que no, también.

GNOSIS DE VANGUARDIA

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1 comentario:

  1. El perdón es una virtud que todos tenemos pero que casi nadie práctica,lamentablemente vivimos en un mundo,en dónde juzgar a otros es fácil,lastimar a otros es fácil,pero que difícil se ha vuelto pedir de corazón perdón, el perdón, no solo te libera sino que te hace mejor ser humano, rectificar y admitir que cometiste un error es de sabio, y te hace crecer como persona, todos le debemos pedir Perdón a DIOS porque todos en algún momento le hemos fallado, por eso estamos pasando por todo esto en la actualidad y aún así la maldad sigue haciendo de las suyas entre nosotros mismos, sino existe un cambio de actitud, sino cambiamos nuestra conducta, no podremos recuperar nada del tiempo ya transcurrido .

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