A nuestro Señor
el Cristo, Maestro del perdón.
La primera palabra del Cristo en la cruz del
Calvario, dicha hace más de 2.000 años, está hoy más vigente que nunca: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen.”
Esa palabra tiene dos módulos semánticos que todavía
la humanidad no ha comprendido, ni ha cumplido. El primero de ellos es el perdón como filosofía de vida, como actitud
positiva y edificante ante todos los hechos que nos ocurren y que ocurren.
El perdón como actitud de gloria y grandeza del alma, no ha ocurrido.
El segundo de
esos módulos semánticos es la ignorancia.
El no saber.
La gente toda es renuente a perdonar. Nadie quiere
perdonar. La gente quiere venganza. Quiere castigo y retaliación, quiere sangre
y violencia contra quien en alguna forma hizo algo que nos lesionara en la
vida.
La falta de
perdón genera bloqueos energéticos que dañan nuestra salud física y mental. En lo físico, se altera la fisiología de órganos
como el corazón, los riñones, el hígado, las glándulas suprarrenales y el bazo.
Al cambiarse los metabolismos endocrinos, se afecta también el campo mental y vibracional
de quien no perdona.
La falta de
perdón poco a poco, se convierte en enfermedad corporal, somatizada por el bloqueo energético, producido
por el resentimiento, el rencor, el deseo de venganza, y el odio que impiden
hasta el mismo acto de morir en paz.
Personas que
sufren una larga agonía y que no pueden morir en paz porque tienen algo que no se han perdonado ellos
mismos, o porque no han sido capaces de perdonar a otros. Han creado una poderosa cadena que los ata dolorosamente al pasado y
que les impide fluir hacia la dimensión de la eternidad.
Nadie puede
perdonar a otro, si no se perdona primero a sí mismo. Muy simple, nadie puede
dar lo que no tiene. En
consecuencia, es preciso meditar continuamente. Sumergirse en las profundidades
indescriptibles de nuestro propio Ser. Ahondar en lo más profundo de nosotros
mismos y buscar allí nuestros errores. Pasar la película. Ver objetivamente
cómo ocurrieron los hechos exactos. Los personajes, las palabras, los gestos,
las emociones, los lugares y escudriñar todo. No juzgar, y menos, justificarnos. Para que advenga a nosotros la
enseñanza exacta de cada evento vivido, y así seamos plenamente conscientes del
aprendizaje y podamos perdonar nuestros errores.
Cuando tú te perdonas, cuando sacas lo bueno de lo
malo, obtienes paz contigo mismo. Te integras. Te armonizas. Sólo entonces, habiéndote perdonado, es que te capacitas
para perdonar a otros. En otras palabras, eres capaz de aceptar y
aceptarte. Eres capaz de dar perdón, porque ya tienes perdón.
No perdonar es
quedarse atado a la roca del tiempo en que ocurrió el evento, la ofensa. Eso es atrasarse, porque si todo el universo es dinámico, y todo está en movimiento, el que se
paraliza, se atrasa. Por eso, anquilosarse, es atrasarse.
Debemos afirmar que el perdón no es un regalo que yo
le doy a otro. Más bien, es un regalo que yo me doy a mí mismo para mi sanación
espiritual y mi liberación. Porque quien
no perdona se convierte en esclavo del hecho ocurrido. Por tanto, perdonar
es una necesidad del alma para avanzar.
Ábrete al amor y
no te encadenes al pasado. El perdón es una oportunidad para demostrar la
grandeza y la gloria de Dios en ti. Perdona y serás perdonado
Sabemos que el proceso del perdón en cada persona es
diferente. Cada uno sabrá cómo hacerlo. Cuándo hacerlo. Y qué niveles de
Consciencia sostienen y verifican el acto del perdón. Cada evento a perdonar es único, y por tanto, trae su propia enseñanza
oculta y provechosa para nuestra alma, para nuestra vida.
Sabemos, también, que esto es una filosofía de vida, por tanto, para emprenderla, debemos
empezar poco a poco. Es un aprendizaje que requiere de guías y Maestros
Supremos, como Jesús el Cristo, que es un verdadero héroe, y Maestro Supremo
del perdón. Por eso, hay que suplicarle su ayuda para que nos asista y acompañe
a desarrollar el perdón. Igualmente, a la Virgen Santísima, la Madre Divina
individual, que es puro amor y sabiduría. Que es pura Misericordia manifestada
en cada acto.
El perdón es fácil. Y cuanto más se practica, más
fácil, porque se vuelve en nosotros una cultura. Una costumbre. Y el alma va educándose.
Va deslastrándose de tanta selva interior, de tanta fiera y alimaña que
conforman ese mundo sumergido que vive en nuestra geografía psicológica.
Así, es que el
alma aprende a mirar hacia lo alto, y no detenerse en la miseria humana de quien
cometió la falta.
Cuando en verdad perdonamos, adviene como por magia
divina, el olvido de la ofensa, de la agresión y con ello, el amor hacia el
causante de la molestia. Es decir, el acto pleno y consciente del perdón, trae
tres elementos indispensables; a saber, el perdón, el olvido y el amor hacia el
agresor. Gargha Kuichines nos enseñó que, el
mal se cura con el bien. Esa es doctrina del Cristo, que él mismo enseñó
con ejemplos hasta en la hora de su terrible muerte de Cruz, pues allí dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que
hacen.”
Y este segundo módulo semántico: “...porque no saben lo que hacen”,
implica ignorancia del ser humano. Caemos aquí en el campo del desconocimiento,
de la falta de buena información para la formación de la humanidad. En la
universidad de Stradford alguien nos dijo que: “Los hombres se clasifican en dos grupos: según la información que
reciben, y según el uso que hacen de esa información”.
En el caso que nos ocupa, la humanidad, a pesar de
los avances científicos y tecnológicos, todavía ignora. Y muchísimo. Afirmamos
que: “Ignorante no sólo es quien no
tiene conocimiento, sino también, el que se niega a recibirlos”.
El Maestro Samael, a nosotros personalmente, nos
enseñó que: “El más ignorante de todos,
es el que ignora que ignora.” Y de este gran grupo es casi toda la
humanidad. A tal extremo, que ignoran y desechan la oportunidad de crecimiento
y expansión del Universo, a través del hombre-espíritu, el hombre solar. El
hombre inmortal con plenitud absoluta sobre toda la Creación.
Ignoran el poder de transformar energías que tenemos
los humanos y que usando esas energías en su forma más sutil, nosotros
desarrollamos el mandato de Dios en el Génesis, cuando nos ordenó: “Creced y multiplicaos.”
La humanidad ignora que hay una Ciencia de la Cruz
que nos eleva y trasciende esta naturaleza mortal. Y que conociéndola el
bienaventurado Pablo de Tarso pudo escribir: “Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y
esto mortal se vista de inmortalidad.”
Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción,
y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que
está escrita: Sorbida es la muerte en
victoria.
¿Dónde está, oh
muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?
La ciencia ignora los poderes de la Fe. Y por tanta
ignorancia el mundo está viviendo los estertores de una desaparición del género
humano a nivel global.
Hijos de
concupiscencia y en su concupiscencia morirán.
Con todo el castigo de la actual pandemia encima, y
todavía permanecen haciendo bacanales como en la Edad Antigua. Imitando a
aquellos emperadores romanos que practicaban el más repugnante hedonismo de, “comamos y bebamos que mañana moriremos.”
Todavía está vivo el recuerdo de Nerón, comiendo hasta la saciedad. Y después
sus pajes, untando con aceite de oliva, una pluma de faisán y metiéndola por la
boca para provocar el vómito y seguir comiendo.
“Perdónalos,
porque no saben lo que hacen”,
eso fue pronunciado hace más de 2.000 años, y todavía la humanidad sigue ignorante,
sin saber qué hacer.
Cada vez son más las abominaciones, las aberraciones
y las ofensas a la Divina Majestad, y sin embargo, Cristo pide perdón para la
humanidad entera. Porque Cristo es amor.
Pero amor incondicional.
Querido hermano, te has puesto a pensar: ¿Cuán hermoso sería el mundo si la humanidad practicara la Ciencia del perdón?
¿Cuál sería el
beneficio individual y colectivo para la sanación física y espiritual si
perdonaramos?
¿Cuál sería el
beneficio para la paz, la colaboración entre países y para todas las culturas
si practicaramos el perdón?
¿Cuántas guerras
y muertes se hubieran evitado?
Insistimos, tú
no puedes cambiar el mundo, reconócelo. Pero si puedes cambiar tu propio mundo.
Empieza a vivir ya la filosofía del perdón. A imitar a Cristo. A practicar la
Ciencia del perdón y observa los
maravillosos cambios que poco a poco se producen en tu vida. Milagros en tu
sentir. Vivencias nuevas. En la expresión verbal y corporal y en la percepción
de todo lo que ocurre.
Observa que
hasta tus palabras cambian. Tu idiolecto se llena de hermosas palabras. Cambian
tus frases y oraciones con las que te comunicas contigo y socialmente. Esas palabras se llenan de un dejo, de una dulzura
fonética, de un tono, de un timbre metálico hasta ahora desconocidos. Esa es tu verdadera voz. La que doma tigres
y leones. La voz de Daniel, el profeta, que impidió ser devorado por los
leones en el foso ardiente a donde lo habían lanzado. Esa es la voz del Cristo. La voz de tu Íntimo, que ahora por magia del
perdón, empiezas a escuchar.
Recuerda, hermano,
“La voz que
arrulla al viento,
canta a tu
corazón.
La voz y el
latido eterno
del Yo Soy.
La voz del que
es
Y del que
siempre será...
Búscame, en tu
corazón estoy.”
El perdón es una
bendición de Dios Todopoderoso para crecimiento y expansión de tu alma.
Dios bendiga a
todos los que practican la sabiduría del perdón. Y a los que no, también.
GNOSIS DE VANGUARDIA
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