REFLEXION XLVIII
La ley es el peso, la norma, la medida, lo
preceptuado, lo acordado, lo consensuado por una comunidad social, regional,
nacional, o mundial de acuerdo al interés colectivo de una época, en una geografía
y condiciones específicas.
En síntesis, la ley crea las reglas de juego y los
jugadores las aceptan, las respetan y las cumplen o son demandados ante sus
Tribunales.
En el caso de los Tribunales de la Justicia Divina, se establecen bajo la supremacía y potestad del Gran Jerarca Anubis y sus 42 Ángeles asesores, que hacen justicia y administran justicia.
Lo anterior es,
obviamente explicado desde una concepción realista de la Ley Divina en la
perspectiva egipcia; porque en la panorámica hebreo-cristiana, es
Cristo el Justo Juez, y quien ha sido constituido por el Padre Creador con
poderes para juzgar a toda carne. Eso está claramente consagrado en la Biblia y
en muchos libros sagrados. Sin embargo, sabiendo nosotros que Dios es uno solo
y que los nombres de la Divinidad son impronunciables, concluimos en que ambas
concepciones representan la misma legítima manifestación del Creador, en
geografías y épocas diferentes. Es decir, son
congruentes. Persiguen el mismo fin y tienen la misma naturaleza divina.
Los Leones de la Ley Cósmica son leones de fuego.
Soplos ígneos de Júpiter, el Padre de todos los Dioses, cuyo Logos Zachariel
tiene el gobierno de los mundos y la obligación de mantener el Orden Cósmico en
todos sus aspectos y manifestaciones de vida.
El Ministerio de los Jueces de la Ley Divina se
establece en la Constelación de Libra. Por esa razón, el Ritual gnóstico de
Tercer grado proclama: “A los Dioses de
la Cadera del cielo respetamos profundamente.” La Cadera del cielo es Libra
y en el micro cosmos hombre tiene su asiento en los riñones. Ahora
comprenderemos por qué allí reside el Sagrado Kaom, que es un representante de
la Ley Divina que graba todas nuestras acciones, sean buenas o malas.
Esa es la explicación por la cual, el Apocalipsis
antes de ser mutilado en sus diferentes versiones, decía, hablando el Cristo,
como Justo Juez: “Yo soy el que
escudriña el corazón y los riñones de los hombres.” Y eso es muy cierto,
porque en el corazón están nuestros sentimientos y en los riñones nuestras
obras.
Se equivocan quienes
piensan que el Gran Jerarca Anubis es solamente terror de Ley. Solamente severo
e implacable; porque ese Arconte es también amor, misericordia,
compasión, piedad, clemencia. Es
más, nadie, ningún Juez puede ser Juez
de la Santísima Justicia, si no tiene la virtud de la misericordia.
Afirmamos que
todos los Jueces, sean divinos o humanos viven de los que cometen pecado.
Porque en mundos de perfección, no hay jueces. Los jueces de la Ley Divina también tienen sus
límites. Más allá, en la altura profunda de lo desconocido, en los mundos de
absoluta perfección, los Jueces y Arcontes sobran y no tienen ningún papel. Es
el pecado el que da origen a la Ley. Motivo por el cual, Pablo apóstol, afirma:
“Yo no conocí la Ley sino por el pecado”.
Se equivocan los que piensan que el fin de la Ley es
el castigo. Afirmamos solemnemente que es el de mantener el Orden Cósmico y
recomponer las relaciones entre el Creador y sus creaturas para cumplir con los
planes divinos. La Ley Divina tiene un sentido triple porque se ha establecido
para proteger, para educar al alma y para restaurar los poderes luz
que el Chrestos mediador posee y que el Obstinado ego le ha robado. Para eso ha
sido hecha la Ley.
La Ley está presente hasta en cada uno de los cromosomas de las especies; y más todavía en la especie humana. En los 48 cromosomas nuestros, los 46 de naturaleza material y los 2 restantes de naturaleza espiritual e invisibles para la Ciencia del ojo, en todos ellos existen los códigos de la Ley Universal.
Es más, sin Ley el mundo sería un desastre, un caos
insoportable. La Creación entera sería una anarquía total y el Universo se autodestruiría.
Existe el Gran Jerarca y los 42 Ángeles de la Ley. Un Jerarca me enseñó que: “Los designios de la Ley no los comprende
nadie, solamente un Maestro de la Ley puede comprenderlos, porque los designios
de Dios son inescrutables. Sólo él sabe por qué hace las cosas.”
El Coro de Jueces que oficia Justicia, lo hace en la
Sala de Maat, que es Sala de Justicia y de Verdad. Todo Maestro de la Ley es también Maestro de la Verdad.
Profundizando aún más en el conocimiento y
organización de los Jueces de la Ley Divina, afirmamos que hay Jueces que rigen el cuerpo físico y el vital o etérico,
y ellos constituyen la Primera Insignia de Vida.
Los Jueces que
rigen el cuerpo astral y el mental forman la Segunda Insignia de Vida, ellos
constituyen el Nasem. Que es ordenanza y sustento del Alma.
Los Jueces del
Código Causal y Conscientivo forman la Tercera Insignia de Vida, y unidos
representan, el Espíritu.
En mucho más de 44 años en el gnosticismo, que no en
las Instituciones gnósticas, he visto que muchos médicos gnósticos, nobles y
abnegados servidores del prójimo, han tenido un final lleno de enfermedades y
creo que una de las razones de eso, es porque en su afán de hacer el bien, han
pasado por encima de los cánones de la Justicia Divina, han violentado sus
fallos, aún sin quererlo.
La inmensa mayoría
de los gnósticos desconoce la existencia de los Magistrados Vitales, los
Arcontes de la Medicina o Sagrados Guardianes de la Morada de Barbelos, y por eso cuando hacen la Cadena de Curación jamás los
invocan para pedir Licencia de Curación de acuerdo con la Ley Divina y
posteriormente hacer la Invocación a los Maestros de la Ciencia y de la
Medicina, a los Coros celestiales de Ángeles del planeta Mercurio, bajo el
poder, la Divina Gracia, la Inteligencia infinita y eterna del Arcángel
Rafael, para que sean ellos los que
realicen sus trabajos de curación sobre los cuerpos físico, vital, astral,
mental, causal y sobre los Códigos Conscientivos y genéticos de esos enfermos. Todo lo cual se hace siempre en el Nombre
del Cristo, por el poder del Cristo y por la Majestad del Cristo, Señor y
Salvador Nuestro.
El Ritual gnóstico de Quinto Grado, que es el número
de la Ley, por medio del Guardián, que es quien la representa exclama:
“Los Verdugos de
la Ley decapitaran con la Espada Flamígera a los violadores de la Ley.”
Todo el camino de retorno a la casa del Padre está
regido por la Ley Divina y se hace dentro de la Ley y en el Nombre del Cristo.
Todos los actos de la Ley Divina son actos de amor. Amor a Dios y amor
a sus creaturas. Por eso el Ritual expresa:
“Amor es Ley, pero
amor consciente.”
El amor es la materia, la energía, la Consciencia
sideral que sostiene todo el Universo. El amor es la sustancia del Cristo y de
Dios. Por eso Santiago en su Epístola dice: “Dios es amor. El que no ama no ha conocido a Dios.”
El amor es la sustancia que ha fabricado todo lo
existente. Y todos los mundos y creaciones del futuro universal serán construidos
con la energía del amor. Con la fuerza de la Cruz. Es decir, con la conjunción
de energías triduas: positiva, negativa y neutra. Santo afirmar. Santo negar y
Santo conciliar. Es por eso que la Alabanza a la Santísima Cruz, en la Misa
Gnostica afirma:
“¡Oh, tú Cruz, de
los maravillosos destinos!
¡Puesta por el
Altísimo en la multiplicación del Universo!
¡Para que seas la
redención del género humano!
¡Oh Cruz! ¡Belleza
Inmaculada que eres trofeo de la Victoria del Chrestos!
¡Que eres imán de
vida!
¡Que ofreces la vida con tu Árbol Santo...!”
Hermano, por amor a ti mismo y a tu Creador, no tientes a Dios. No desafíes sus leyes.
Acuérdate la enseñanza de los Rituales gnósticos:
“Respeta y honra a
los Dioses, quien desea llegar a ser Dios.”
“Cumple todas las
leyes, el que une su voluntad a la Ley.”
“Triunfad. Eso es
todo.” Así ordena la Madre Divina. Que ella nos bendiga y nos lleve de la mano
hacia el seno del Omnimisericordioso.
Amén. Amén. Amén.
MARIANO JOSÉ HERRERA VILLERA
M.K.
GNOSIS DE VANGUARDIA
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