miércoles, 25 de julio de 2018

¿CUANTO VALE SEGUIR AL CRISTO?

Imagen: Pixabay
Cristo es una energía, una consciencia, una inteligencia suprema, un poder, una fuerza, una bondad y una virtud absoluta del Universo. Es el fuego que crea y  todo lo sustenta. Es el Verbo, la palabra de poder que mantiene firme al Universo en su marcha por el infinito. Es la misericordia. Es la fuerza centrípeta que mantiene cohesionadas todas las partículas del microcosmos y del macrocosmos. Las partículas del Uno y del Todo.

Cristo es desde antes de concretarse la vida en todas sus formas y manifestaciones, en cualquier Mahamvantara. Esto es afirmado y confirmado por el Cristo histórico Jesús de Nazareth, cuando expresa en Juan, 8,28: “Antes que Abraham, soy yo.”

A manera pedagógica, afirmamos que aunque el Cristo es uno solo, tiene tres manifestaciones claramente definidas. El Cristo Cósmico que es el creador de todo cuanto existe. El Cristo histórico que aparece en una época de la historia y que tuvo humano nacimiento en la persona física del Divino Jesús de Nazareth, quien lo encarna para poder abrir las puertas de los Misterios y de la redención del género humano y la tercera manifestación  es el Cristo Intimo, que es una partícula del Cristo Cósmico que habita en nuestro corazón y quien también es llamado el Salvador Gemelo, porque es nuestro Salvador particular,  intimo, individual.

Los creyentes ven al Cristo desde la perspectiva de la religión o de la Fe. Los científicos desde el prisma de la energía. Pero día llegara en que los humanos aprendamos a verlo desde ambos aspectos, porque en ello no existe contradicción alguna. Recordemos que todo átomo es una sabia combinación de materia, energía y consciencia. Y estos tres aspectos, vistos en conjunto, son manifestaciones del poder del Cristo.  Cristo es  el fundamento de todo cuanto existe. La esencia inmaculada que todo lo tiene y todo lo sustenta.

Sin embargo, seguir al Cristo no es fácil. Hay que superar infinita cantidad de pruebas, de dificultades, de dolorosas situaciones que sirven para probar la voluntad, la capacidad, la preparación y fortaleza del Iniciado.  El Cristo, en Mateo, 10,34, nos aclaró diciendo: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra, no he venido a traer paz, sino espada.”

Espada quiere decir  luchas, batallas, guerras, confrontaciones, conflictos. Lo cual hay que entenderlo en varios aspectos: 1.) Luchas contra todo el mundo, contra la familia, contra la sociedad, contra el mundo y sus luminarias magnéticas que tratan de destruir los anhelos de redención, de desarrollo espiritual del Iniciado. 2.) Batallas internas del hombre contra sí mismo, contra ese 97% de ego, que tiene prisionera el alma humana y en consecuencia a su facultad que es la consciencia. A esto es a lo que se llama el negarse a sí mismo. 3.)  Espada significa combates,  voluntad, fuerza, heroísmo, decisión para permanecer alertas y vigilantes, como el vigía en época de guerra. Es claro que todas estas luchas, batallas y negaciones son para formar el hombre verdadero, el hombre que encarna y es en sí mismo la Paz. Esa heredad suprema que nos dejó el Cristo. Por esa razón al despedirse de sus discípulos les dice: “Mi paz os dejo. Mi paz os doy.”

La Paz es una heredad que nos deja el Cristo. La Paz con Dios. La Paz con el Universo como obra máxima del Creador. La Paz que es el fruto del cumplimiento de la Ley a cabalidad. La Paz con la Madre Naturaleza. La Paz consigo mismo. Esa Paz de la cual nos habló Pablo en Romanos, 10,15, cuando escribió: “¡Cuan hermosos son los pies de los que anuncian la Paz. De los que anuncian las buenas nuevas!” Esas buenas nuevas son el anuncio de la presencia sagrada del Cristo en nuestras vidas, porque sería totalmente imposible tener Paz en nuestras almas, en nuestras vidas con satánicas  manifestaciones del ego y de esa  infinita cantidad de defectos que en nuestro interior cargamos.

El Cristo es el vino nuevo. El vino de la sabiduría eterna que nos permite conocer y  juzgar todas las formas. Ese es el vino que no puede ser echado en odres viejos. El odre viejo es la mente, es la antigua personalidad egoica, infernal. El vino de vida eterna es el Cristo y  tiene que transformar radicalmente nuestras vidas. ¿Cuánto vale seguir al Cristo? Es una pregunta terriblemente difícil, que tal vez no podamos responder a cabalidad, porque cada caso es individual, es personal y no existe un manual, una hoja de ruta para el despertar de la Consciencia. Cada uno va al ritmo de su propia personalidad. Cada uno va haciendo su propio camino. A eso, sin saberlo, se refirió el poeta  español Antonio Machado, cuando escribió: “¡Caminante, no hay camino. Se hace camino al andar!”.

Los gnósticos sabemos valorar lo que es seguir al Cristo. Por eso cumplimos el mandamiento recibido, que contiene ocultamente los 3 Factores de la Revolución de la Consciencia: “El que quiera venir en pos de mí, deje todo lo que tiene. Tome su cruz y sígame.” Sin embargo, como seguir al Cristo es gozo para el espíritu, pero muchas veces dolor para nuestra humana personalidad, bueno es que aprendamos a verlo como modelo de nuestras vidas, que imitemos su ejemplo y practiquemos sus enseñanzas públicas y ocultas. Tenemos que convencernos que Cristo no vino a fundar ninguna religión y, de hecho, no fundó ninguna. Tenemos que crecer en Fe, en Espíritu y en Verdad. 

El poder del Verbo tiene que ir fortaleciéndose cada día. El Verbo es fuego. Y el Fuego es Verbo creador. El Verbo es el Cristo  manifestándose en toda creación. Recomendamos fortalecer ese poder con los 7 Yo soy del Evangelio de San Juan y en nuestras diarias oraciones incorporar esta:

El Cristo es mi pan de Vida eterna. El Cristo es mi cáliz de perpetua salvación.

El Cristo es la luz de mi  mundo. Es mi camino.  Es mi Verdad. Es mi Vida.

El Cristo es mi buen pastor.

El Cristo es la puerta estrecha. De sus manos santas y venerables entrare al Reino de los cielos como José entro a la casa de Israel, su padre, tomado de la mano de Benjamín, su hermano menor. Amen. Amen. Amen.

El Cristo es mi resurrección y mi vida eterna.

El Cristo es la vid, yo soy su sarmiento. El Cristo es la vid, yo soy su sarmiento. 
El Cristo es la vid, yo soy su sarmiento. Junto con El daré abundantes frutos. El conmigo daremos abundantes frutos y podremos decir al Gran Todo, a la Gran Nada: Con El, por El y en El, Dios Padre Todopoderoso, escucha mi oración y dame tu Santa bendición que yo recibo hoy  y recibiré siempre. En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y  en el Nombre del Sacrum Septenarium.  Así es. Así  es. Así es. 

MARIANO JOSE HERRERA VILLERA
MAESTRO M.K.


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