miércoles, 11 de julio de 2018

EL INICIADO Y LA RESILIENCIA


La Iniciación es el  comienzo  del proceso espiritual que conlleva a la realización plena del hombre y de sus infinitas posibilidades como ser cósmico. Iniciar es empezar. Es decidirse por lo eterno, por lo real, lo verdadero. Es buscar dentro de sí la verdad de la verdad. Lo real de lo real. Buscar, escudriñar, hurgar, conocer primero el microcosmos hombre, para a través de él y por él, conocer el Macrocosmos e integrarnos con él. El Gran Todo, la Gran Seidad, siendo parte de ella. Llegar a ser manifestación viva  de la Gran Divinidad que se procrea ella misma y cuyos nombres misteriosos crean las celestes jerarquías y el orden sagrado de los mundos.


Nadie podrá jamás ser Iniciado en los Misterios de Dios, si no trabaja con el fuego sagrado, con la Luz del Padre eterno. Si el hombre no trabaja con el fuego de Pentecostés, que es la castidad militante, activa, no puede ser Iniciado, porque esto no es teoría, es una verdad existencial. Tampoco es cuestión de ejercicios intelectuales o teóricos, ni de conversaciones detractivas o etílicas,  sino de una actitud sabia, seria, responsable y persistente del hombre hacia la Creación y su objetivo primordial. El objetivo de crear hombres solares. Hombres causales iluminados con la lámpara que nunca se apaga.


Sin embargo, la Iniciación requiere insoslayablemente, la separación con los atractivos del mundo material que nos llama hacia él y nos esclaviza hacia la perdición del alma. Ser Iniciado en los Misterios del Fuego y de la Luz divina no es fácil. Porque ello exige un divorcio, una separación radical entre el adepto y el mundo de reflejos engañosos que es la civilización actual, con sus ofrecimientos de diversión, de espectáculos rutilantes, sus doncellas y sirenas encantadas que se yerguen eróticas e insinuantes como las de la Odisea homérica, o como las de la leyenda del Lorelei en Alemania.

Hay que separarse hasta de la misma familia, de las concupiscencias y el atractivo fatídico que nos circunda por doquier. A propósito, el Cristo nos advirtió  en Mateo,  19.29, diciendo: “Y cualquiera que haya dejado casas, hermanos o hermanas, o padre, o madre, o mujer o hijos, o tierras por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.”
Todo aspirante a la Iniciación debe cumplir el primer mandato dado por el Sacerdote en el Ritual de Iniciación cuando ordena: “Debes despojarte de todo lo que brilla con reflejo engañoso.”

La Iniciación esta simbolizada en la carta 9 del Tarot egipcio. Ese es el ermitaño. El eremita, el que se ha alejado de todo y en vez de mirar hacia afuera, al mundo y sus bacanales, aprende a mirar hacia sus adentros. El que se conecta consigo mismo auto observándose y auto recordándose de momento en momento, para entrar en contacto con lo eterno. El eremita del arcano 9, es quien intensamente practica las virtudes del sexo yoga, del lecho sin mancilla, enseñado por Pablo apóstol. El eremita es el discípulo que de la mano de su Divina Madre Kundalini, siguiendo los protocolos sagrados, transmuta sus energías y las sutiliza hacia adentro y hacia arriba en el mágico licor de la sabiduría.

Todo discípulo que trabaje con el fuego divino tiene que simultáneamente desintegrar sus defectos, luchar por transformar su antigua egoica personalidad en una nueva, tiene que aprender a crear los odres nuevos para albergar el vino de la sabiduría celestial. E igualmente ponerse al servicio de las causas más elevadas y constituirse en guía, en conductor de pueblos, en mano tendida hacia el más débil, hacia el más atrasado para ayudarlo a subir peldaños en la escalera mágica de Jacob. Esta es la verdadera razón por la cual la Biblia afirma que: “Hay más alegría en el que da, que en el  que recibe” y también que: “Dios premia al dador alegre.”

Describir estos procesos no es una retórica ocasional. No. Es una cruda y dolorosa realidad que cambia nuestra vida radicalmente y nos lleva a recurrir a la más fuerte RESILIENCIA.

La resiliencia es la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida y superarlas para ser transformado por ellas positivamente. En el verdadero Iniciado, la Resiliencia se mide, se prueba durante toda la vida y de instante en instante.  Si el Iniciado no tiene Resiliencia no puede pasar las duras pruebas que se requieren para ser calificado y ascender en la exigente escala de valores del alma.

Las pruebas son muchas, pero son las evaluaciones dolorosas y conscientivas que necesitamos experimentar  en la escuela iniciática para ir formando alma, consciencia, cuerpos solares y existenciales. La Resiliencia está cimentada en muchos pilares, según los estudios de Psicólogos modernos,  como E.E. Werner, Grotberg y Melillo, a saber: 1. Autoestima Consistente, que  es el fruto de los cuidados afectivos del niño o adolescente para convertirlo en hombre significativo, sensible a su propia realidad. 2. Introspección que es el arte de preguntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta. 3. Independencia que es la capacidad de crear límites entre uno mismo y el medio con problemas que nos rodea (algo parecido a la no identificación entre los gnósticos, al debes vivir entre la llamas sin sentir su calor). 4. Capacidad de relacionarse, esta es la capacidad de establecer relaciones provechosas, para equilibrar sentimientos y vibraciones energéticas. Una autoestima demasiado alta o demasiado baja produce aislamiento o rechazo. Aislamiento si es baja y rechazo por mitomanismo si es muy alta, pues es rayana con el orgullo, la vanidad, la mitomanía, la arrogancia.

En la Iniciación tenemos pruebas sencillas y complicadas. Pruebas en lo físico, en el astral, en el mental. Pruebas delos elementales como las de fuego, aire, agua y tierra. Pruebas de traición. De silencio. Pruebas Direne. Pruebas con los hermanos de la senda, con la esposa o el marido. Pruebas como las del Santo Job, relacionadas con la paciencia. Pruebas en la Fe. Pruebas en el trabajo profesional. Pruebas con las Instituciones esotéricas. Pruebas con los Maestros guías. Y tantas otras pruebas  que a veces contristan y angustian la vida del caminante. Sin embargo, por duras que sean nuestras pruebas, la mayor fuerza y desarrollo de  Resiliencia nos la concede el Cristo Íntimo, como Maestro de Maestros, Salvador y Redentor y la Madre Divina Kundalini, que es la única Madre que nos lleva seguros de su mano hacia el seno del Omnimisericordioso.

La Resiliencia de los psicólogos, psiquiatras y empecinados intelectuales modernos,  jamás serviría para normar y explicar cada problema iniciático. Nuestra Resiliencia tiene fundamento en esferas divinales, en la oración, la meditación, la auto observación y auto recordación intima.  En la sabiduría vivida, en la fuerza que nos dan los Misterios aplicados de la Cruz en el acto tántrico, en las buenas prácticas y trabajos iniciáticos, en la súplica permanente a nuestro Padre,   al Cristo y la conexión con él y con nuestra Madre Divina y con las 7 llamas ante el Trono del Cordero.

Nuestra resiliencia se fortalece cuando comprobamos las bondades de la sabiduría aprendida y desarrollada en nuestras almas. Cuando vencemos los apegos y vamos limpiando nuestra esencia desintegrando defectos que vienen con nosotros desde muchas encarnaciones anteriores. Hay que estar atentos a las instrucciones del corazón y a tantas otras herramientas eficaces de que disponemos. Nuestra Resiliencia tiene origen en lo alto, en la Jerusalén celestial, la Patria del Espíritu, donde algún día volveremos como el Hijo prodigo.

La Madre Divina es la clave para el triunfo. Es ella quien nos dice en su Liturgia: “Triunfad, eso es todo.”  El Precepto de la Madre Divina debe ser practicado permanentemente, tanto al acostarnos, como al levantarnos.

“Oh Isis, Madre mía Divina Kundalini,  Serpiente alada de Luz. Sin ti estaría perdido. Tú eres el secreto gnóstico de mí Ser, el punto céntrico de mi conexión, mi corazón mismo. La alada esfera y el azul del cielo son tuyos. Oh, Isis, quiero morir en mí mismo para que mi alma se pierda en el Ojo de Horus, resucite en el corazón de Osiris y resplandezca como un diamante precioso en la frente de RA”. OOOO  AAAOOO KAAAKOOOF NAAAA KOOONNSSAAAA. IIIAAAAOOO SAAABAAOOTH (Pronunciar la oración 3 veces y la serie mantrica hasta el infinito relajadamente).

Es la Madre Divina quien gesta y da el nacimiento segundo del que habló el Cristo a Nicodemus. Ese es el símbolo de todas las imágenes de vírgenes que aparecen cargando un niño entre sus brazos. Recordad hermanos que: “Hay palomas y hay serpientes. Podéis escoger.” “La luz es para quien quiera recibirla. No para el que quiera permanecer en las tinieblas.”


MARIANO JOSE HERRERA VILLERA
MAESTRO M.K.

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GNOSIS DE VANGUARDIA
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