La Iniciación es el comienzo
del proceso espiritual que conlleva a la realización plena del hombre y
de sus infinitas posibilidades como ser cósmico. Iniciar es empezar. Es
decidirse por lo eterno, por lo real, lo verdadero. Es buscar dentro de sí la
verdad de la verdad. Lo real de lo real. Buscar, escudriñar, hurgar, conocer
primero el microcosmos hombre, para a través de él y por él, conocer el Macrocosmos
e integrarnos con él. El Gran Todo, la Gran Seidad, siendo parte de ella. Llegar
a ser manifestación viva de la Gran
Divinidad que se procrea ella misma y cuyos nombres misteriosos crean las
celestes jerarquías y el orden sagrado de los mundos.
Nadie podrá jamás ser Iniciado
en los Misterios de Dios, si no trabaja con el fuego sagrado, con la Luz del
Padre eterno. Si el hombre no trabaja con el fuego de Pentecostés, que es la
castidad militante, activa, no puede ser Iniciado, porque esto no es teoría, es
una verdad existencial. Tampoco es cuestión de ejercicios intelectuales o
teóricos, ni de conversaciones detractivas o etílicas, sino de una actitud sabia, seria, responsable
y persistente del hombre hacia la Creación y su objetivo primordial. El objetivo
de crear hombres solares. Hombres causales iluminados con la lámpara que nunca
se apaga.
Sin embargo, la Iniciación
requiere insoslayablemente, la separación con los atractivos del mundo material
que nos llama hacia él y nos esclaviza hacia la perdición del alma. Ser
Iniciado en los Misterios del Fuego y de la Luz divina no es fácil. Porque ello
exige un divorcio, una separación radical entre el adepto y el mundo de
reflejos engañosos que es la civilización actual, con sus ofrecimientos de
diversión, de espectáculos rutilantes, sus doncellas y sirenas encantadas que
se yerguen eróticas e insinuantes como las de la Odisea homérica, o como las de
la leyenda del Lorelei en Alemania.
Hay que separarse hasta de la
misma familia, de las concupiscencias y el atractivo fatídico que nos circunda
por doquier. A propósito, el Cristo nos advirtió en Mateo,
19.29, diciendo: “Y cualquiera que haya dejado casas, hermanos o
hermanas, o padre, o madre, o mujer o hijos, o tierras por mi nombre, recibirá
cien veces más, y heredará la vida eterna.”
Todo aspirante a la Iniciación
debe cumplir el primer mandato dado por el Sacerdote en el Ritual de Iniciación
cuando ordena: “Debes despojarte de todo lo que brilla con reflejo engañoso.”
La Iniciación esta simbolizada
en la carta 9 del Tarot egipcio. Ese es el ermitaño. El eremita, el que se ha
alejado de todo y en vez de mirar hacia afuera, al mundo y sus bacanales,
aprende a mirar hacia sus adentros. El que se conecta consigo mismo auto
observándose y auto recordándose de momento en momento, para entrar en contacto
con lo eterno. El eremita del arcano 9, es quien intensamente practica las
virtudes del sexo yoga, del lecho sin mancilla, enseñado por Pablo apóstol. El
eremita es el discípulo que de la mano de su Divina Madre Kundalini, siguiendo
los protocolos sagrados, transmuta sus energías y las sutiliza hacia adentro y
hacia arriba en el mágico licor de la sabiduría.
Todo discípulo que trabaje con
el fuego divino tiene que simultáneamente desintegrar sus defectos, luchar por
transformar su antigua egoica personalidad en una nueva, tiene que aprender a
crear los odres nuevos para albergar el vino de la sabiduría celestial. E
igualmente ponerse al servicio de las causas más elevadas y constituirse en
guía, en conductor de pueblos, en mano tendida hacia el más débil, hacia el más
atrasado para ayudarlo a subir peldaños en la escalera mágica de Jacob. Esta es
la verdadera razón por la cual la Biblia afirma que: “Hay más alegría en el que da, que en el que recibe” y también que: “Dios premia al
dador alegre.”
Describir estos procesos no es
una retórica ocasional. No. Es una cruda y dolorosa realidad que cambia nuestra
vida radicalmente y nos lleva a recurrir a la más fuerte RESILIENCIA.
La
resiliencia es la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades
de la vida y superarlas para ser transformado por ellas positivamente. En el
verdadero Iniciado, la Resiliencia se mide, se prueba durante toda la vida y de
instante en instante. Si el Iniciado no tiene Resiliencia no
puede pasar las duras pruebas que se requieren para ser calificado y ascender
en la exigente escala de valores del alma.
Las pruebas son muchas, pero
son las evaluaciones dolorosas y conscientivas que necesitamos
experimentar en la escuela iniciática
para ir formando alma, consciencia, cuerpos solares y existenciales. La
Resiliencia está cimentada en muchos pilares, según los estudios de Psicólogos
modernos, como E.E. Werner, Grotberg y
Melillo, a saber: 1. Autoestima Consistente, que es el fruto de los cuidados afectivos del niño
o adolescente para convertirlo en hombre significativo, sensible a su propia
realidad. 2. Introspección que es el arte de preguntarse a sí mismo y darse una
respuesta honesta. 3. Independencia que es la capacidad de crear límites entre
uno mismo y el medio con problemas que nos rodea (algo parecido a la no
identificación entre los gnósticos, al debes vivir entre la llamas sin sentir
su calor). 4. Capacidad de relacionarse, esta es la capacidad de establecer
relaciones provechosas, para equilibrar sentimientos y vibraciones energéticas.
Una autoestima demasiado alta o demasiado baja produce aislamiento o rechazo. Aislamiento
si es baja y rechazo por mitomanismo si es muy alta, pues es rayana con el
orgullo, la vanidad, la mitomanía, la arrogancia.
En la Iniciación tenemos pruebas
sencillas y complicadas. Pruebas en lo físico, en el astral, en el mental. Pruebas
delos elementales como las de fuego, aire, agua y tierra. Pruebas de traición.
De silencio. Pruebas Direne. Pruebas con los hermanos de la senda, con la
esposa o el marido. Pruebas como las del Santo Job, relacionadas con la
paciencia. Pruebas en la Fe. Pruebas en el trabajo profesional. Pruebas con las
Instituciones esotéricas. Pruebas con los Maestros guías. Y tantas otras
pruebas que a veces contristan y
angustian la vida del caminante. Sin embargo, por duras que sean nuestras
pruebas, la mayor fuerza y desarrollo de
Resiliencia nos la concede el Cristo Íntimo, como Maestro de Maestros,
Salvador y Redentor y la Madre Divina Kundalini, que es la única Madre que nos
lleva seguros de su mano hacia el seno del Omnimisericordioso.
La Resiliencia de los
psicólogos, psiquiatras y empecinados intelectuales modernos, jamás serviría para normar y explicar cada
problema iniciático. Nuestra Resiliencia tiene fundamento en esferas divinales,
en la oración, la meditación, la auto observación y auto recordación intima. En la sabiduría vivida, en la fuerza que nos
dan los Misterios aplicados de la Cruz en el acto tántrico, en las buenas
prácticas y trabajos iniciáticos, en la súplica permanente a nuestro
Padre, al Cristo y la conexión con él y
con nuestra Madre Divina y con las 7 llamas ante el Trono del Cordero.
Nuestra resiliencia se
fortalece cuando comprobamos las bondades de la sabiduría aprendida y
desarrollada en nuestras almas. Cuando vencemos los apegos y vamos limpiando
nuestra esencia desintegrando defectos que vienen con nosotros desde muchas
encarnaciones anteriores. Hay que estar atentos a las instrucciones del corazón
y a tantas otras herramientas eficaces de que disponemos. Nuestra Resiliencia
tiene origen en lo alto, en la Jerusalén celestial, la Patria del Espíritu,
donde algún día volveremos como el Hijo prodigo.
La Madre Divina es la clave
para el triunfo. Es ella quien nos dice en su Liturgia: “Triunfad, eso es
todo.” El Precepto de la Madre Divina
debe ser practicado permanentemente, tanto al acostarnos, como al levantarnos.
“Oh Isis, Madre mía Divina Kundalini,
Serpiente alada de Luz. Sin ti estaría
perdido. Tú eres el secreto gnóstico de mí Ser, el punto céntrico de mi
conexión, mi corazón mismo. La alada esfera y el azul del cielo son tuyos. Oh,
Isis, quiero morir en mí mismo para que mi alma se pierda en el Ojo de Horus,
resucite en el corazón de Osiris y resplandezca como un diamante precioso en la
frente de RA”. OOOO AAAOOO KAAAKOOOF
NAAAA KOOONNSSAAAA. IIIAAAAOOO SAAABAAOOTH (Pronunciar la oración 3 veces y la
serie mantrica hasta el infinito relajadamente).
Es la Madre Divina quien gesta
y da el nacimiento segundo del que habló el Cristo a Nicodemus. Ese es el
símbolo de todas las imágenes de vírgenes que aparecen cargando un niño entre
sus brazos. Recordad hermanos que: “Hay palomas y hay serpientes. Podéis
escoger.” “La luz es para quien quiera
recibirla. No para el que quiera permanecer en las tinieblas.”
MARIANO JOSE HERRERA VILLERA
MAESTRO M.K.
Apreciado lector (a), mucho agradecemos hacer tu donación para el sostenimiento y pago de esta noble misión de Pedagogía Espiritual. "Dando es como se recibe".
No hay comentarios:
Publicar un comentario