Además de los preceptos que Dios da al hombre en el Corán, encontramos de gran valor su ideología monoteísta, la sabiduría que impone al temor del juicio final al musulmán, las causas de condenación eterna que son la dureza de corazón para con los pobres, la oposición del hombre a los enviados de Dios, o sea a sus profetas, la no admisión de la unicidad de Dios, su Omnipotencia y poder creador. Por otra parte, teológicamente afirma el Corán la “Calidad de Dios Creador, el Único con potencia de realidad para mantenerse a sí mismo en el Ser”. (Algo parecido a la 4ta tesis de Tomas de Aquino sobre la continencia como prueba de la existencia de Dios).
Sobre los ritos más extendidos del islamismo, es conveniente saber que estos varían de una región a otra. Pero cuando nace un niño, el padre inmediatamente le habla al oído, llamándole a la oración durante toda la vida. Después le pone un poco de miel en la lengua y desde ese momento, el niño queda siendo musulmán. Los niños musulmanes también son circuncidados entre los 8 días de nacido y los 10 años de edad, lo cual es un remanente de la influencia del judaísmo sobre este libro sagrado que también fue inspirado y revelado por Dios al profeta Mahoma, a través del arcángel Gabriel como ocurrió en muchos pasajes de la Biblia.
No existe una ceremonia de mayoría de edad, pero a los 4 años o un poco más, ya los niños empiezan a recitar los primeros versos del Corán, ceremonia conocida como “bismillah”. Al cumplir los 10 años, los niños pueden participar del Ramadán.
Todo musulmán debe ir en peregrinación a la Meca, por lo menos una vez en su vida. Llama poderosamente la atención que, dentro del perímetro de la mezquita de la Meca, existen el Makam Ibrahim: que es un pequeño edificio provisto de un techo y una cúpula, y conserva una piedra en la que se advierten las huellas de 2 pies humanos. Según la tradición el Patriarca Abraham se habría parado sobre esta piedra mientras construía la Kaaba y sus huellas milagrosamente todavía se conservan. La Kaaba es el símbolo de la unidad del mundo musulmán, el lugar de la gracia de Dios, de su adoración, de la proclamación de su unicidad. La Kaaba es también signo de las realidades espirituales: la verdadera Kaaba no es otra cosa que nuestro propio mundo interior, del cual el Santuario de la Meca es solo un reflejo indirecto.
En el interior de este santuario se encuentra una piedra de material desconocido, que no es basalto ni lava, ni mármol. Tiene 30 centímetros de diámetro, su color es negro con tonalidades rojizas y los fieles la besan y tocan con extremada veneración y reverencia. Esta piedra está orientada hacia el Este y se llama en árabe: “Al –hadjar al-aswad”.
En el Islam hay dos tendencias irreconciliables que son los Shiitas o fundamentalistas que no aceptan interpretación alguna del Corán y todo lo creen a letra muerta y los Sunitas que si admiten analogías o interpretaciones. Estas tendencias coexisten en algunos países árabes o en el mundo occidental, pero son tan adversas que ocasionalmente caen en las llamadas guerras santas o yihad.
Dios, siendo el Padre Creador de todo el Universo jamás admitiría entre sus fieles o devotos, la existencia de las llamadas guerras santas. Las guerras santas o yihad, no son más que el fruto del fanatismo, de la ignorancia y del satanismo que llevan en su alma muchos musulmanes, lo cual los obliga a destruir a sus hermanos y a constituir un retroceso y una vergüenza para la humanidad y para Dios, puesto que se violentan sus leyes y mandamientos, de los cuales el primero es “amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismo” y el quinto es “No mataras”.
No hay duda que Mahoma es un profeta enviado del Dios Altísimo, en contacto permanente con el Arcángel Gabriel, con quien hablaba y a quien veía permanentemente transmitiéndole todo el conocimiento del mensaje divino. En la soledad del desierto, en el silencio de su alma, este hombre de fe, recibe el mensaje divino oralmente y lo transmite a sus discípulos. “Alá es Alá y Mahoma su profeta”. Solía repetir periódicamente él y todos sus discípulos. Eso marca una gran diferencia entre sus seguidores, quienes hoy en día están divididos irreconciliablemente. Enfrentados desde hace siglos chiitas y sunitas están a años luz de seguir los preceptos enseñados por ese gran líder espiritual que fue y sigue siendo Mahoma.
Todo ello basados en un vergonzoso y funesto fanatismo. En la latitud que ocurra, el fanatismo se nutre de 5 vertientes fatales, que son: La exclusión, la discriminación, la descalificación, la intolerancia y la pérdida de la razón, de la lógica, del recto pensar, recto sentir, recto actuar. Esta última parte es una aspiración de Mahoma que manifiesta al final de la primera azora, llamada Fatiha, cuando en su oración exclama: “…Condúcenos por la vía recta, la vía de aquellos a quienes das tu gracia, no la de los que incurren en tu enfado, ni la de quienes yerran”.
En la azora III, aleya 7, hay una complicada referencia que podría explicar los permanentes enfrentamientos e interpretaciones dadas por shiitas y sunitas al texto coránico: “El, Alá, es quien ha revelado la Escritura, algunas de sus aleyas son unívocas y constituyen la Escritura Matriz, otras son equívocas. Los de corazón extraviado siguen las equívocas por espíritu de discordia y por ganas de dar su propia interpretación. Pero nadie, sino Dios conoce su interpretación”.
El párrafo anterior tal vez podría explicar las concepciones encontradas que sobre el Corán tiene sus dos vertientes. Porque mutuamente se acusan y pelean entre sí. Hecho éste que se remonta al año 632 cuando ocurrió la muerte del sagrado profeta Mahoma, quien para ese tiempo ya había constituido el Estado Islámico, cosa que no es nada nueva. Porque Mahoma era jefe religioso y Jefe de Estado de la “Umma”, o sea de la comunidad musulmana. Mahoma pensó que Él era el último profeta enviado por Dios a su pueblo, y no se preocupó por dejar sucesor; hecho éste que, a su desaparición física, originó grandes e irreconciliables posiciones entre las tribus seguidoras del Islam. De manera que las 4 ó 5 horas siguientes a su muerte fueron de intensas rencillas, intrigas y discordias. Pero sus seguidores más cercanos promovieron una monarquía electiva que recayó en 4 de sus allegados y conformaron los llamados “Califas ortodoxos”, a cuya cabeza estaba Abu Bakr, suegro y amigo del profeta y quien gobernó del 632 al 634 y sometió a las tribus beduinas rebeldes. Estos califas gobernaron hasta el año 661, cuando la dinastía omeya les quitó el poder y lo ejercieron hasta el 750, cuando les fue arrebatado cruelmente por la dinastía abasí.
Con tantas rivalidades el Estado Islámico, fundado y concebido por el profeta, se fragmentó y se debilitó debido a las concepciones conflictivas de shiies, jariyies, ortodoxos o sunníes. Todo lo cual produjo la situación simultanea de tres califatos que coexistieron como un cisma oficial. Los abasíes se ubicaron en Bagdad; los fatimíes en Tunicia y después en el Cairo y el de los omeyas en Córdoba, España. Realmente el Corán plantea la constitución de una sociedad teocrática; dirigida y regida por un imán, porque es mandato divino que un representante y líder de las creencias coránicas rija la sociedad y establezca en ella un orden divino, lo cual hace que el texto sagrado induzca a sus líderes religiosos a penetrar en política.
En esencia, el Corán afirma la unicidad de Dios. Es decir, su fe se basa en la existencia de un solo Dios. Sin divisiones ni mediador alguno. Con lo cual marca distancia con el cristianismo que fomenta la creencia en un solo Dios Triuno; como Padre, Hijo Y Espíritu Santo. Es decir, a nivel de energías divinas podríamos distinguir esas manifestaciones de Dios como Santo Afirmar, Santo Negar y Santo Conciliar.
El Corán no tiene un decálogo de origen divino, sino una serie de orientaciones sociales y religiosas que los feligreses deben guardar. La condenación del musulmán es el efecto de negar la unicidad de Dios. La dureza de corazón que imposibilita al devoto ejercer misericordia o practicar compasión por los pobres o desvalidos. El negarse a recibir los Profetas enviados por Alá y el no cumplimiento de las cinco obligaciones religiosas que el Corán preceptúa.
Esas cinco obligaciones son las siguientes: 1. La profesión de Fe: El musulmán no solo debe y está obligado a profesar su Fe, sino a demostrarlo diariamente. Por lo cual, debe aceptar que no hay más Dios que Alá y Mahoma su profeta. 2. La plegaria que se recita diariamente cinco veces, orientadas hacia la Meca, esta oración se llama en árabe “Salat”. 3. El ayuno anual en el mes del Ramadán, que consiste en abstenerse de relaciones sexuales y en no comer ni beber desde que sale el sol hasta el ocaso. También durante este mes está prohibido la guerra santa. 4. La limosna legal o sakat que debe darse voluntariamente y que tiene dos propósitos: El primero es la purificación religiosa de las riquezas que se poseen y el segundo ayudar al sostenimiento de los gastos de la comunidad y de la organización Islámica. 5. La peregrinación a la Meca, aunque sea una sola vez en la vida.
Sobre esta peregrinación se dice que hay dos formas; la peregrinación menor que se hace a mezquitas y templos menores y la que se hace a la meca que es apoteósica, masiva, llena de fervor religioso y extremo recogimiento espiritual.
Toda religión verdadera tiene una parte pública, general, masiva y otra de un conocimiento oculto, transcendental que está reservada para las almas o espíritus analíticos, reflexivos, de mente abierta, que puedan abordar los misterios de Dios sin desconfianza. Seres llenos de amor que puedan dejar a un lado los prejuicios y convencionalismos de todo tipo; sean estos académicos, intelectivos, espirituales, sociales, religiosos o místicos.
En la intimidad del alma que ha vivido el vacío iluminador como experiencia mística transcendental, se comprueba que Dios es uno solo. Lo que pasa es que, con Él, ocurre como lo dicho en aquel proverbio español: “Nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.
En el Corán también hay grandes verdades iniciáticas que tal vez los musulmanes no han descubierto porque su religión es de Gran Vehículo, es decir de consenso social, de masas y sus líderes se han dedicado a cualquier cosa menos a desmenuzar la letra pequeña de esa obra sagrada trasmitida por Dios a su Profeta. “La sabiduría está en todas partes, el trabajo está en descubrirla”, decía Salomón.
Como hemos visto por las citas anteriores tomadas del capítulo III, de nuestro libro, “EL MISTERIO DEL CRISTO VIVO DEVELADO”, la religión musulmana contiene grandes verdades iniciáticas que están muy reñidas y contrarias con el caos y la barbarie que se está viviendo en Afganistán.
Tradicionalmente la cultura árabe, en general, ha discriminado y subvalorado a la mujer. Lo cual es una gran equivocación, pues sin la mujer no es posible la realización de los planes divinos. Sin mujer no hay crucifixión, y tampoco ascensión a niveles espirituales superiores. Sin mujer no es posible la multiplicación de la especie humana.
Solemnemente hemos afirmado siempre que el hombre que maltrate a su mujer, las puertas de los cielos estarán cerradas para él.
Jamás habrá Iniciaciones en ningún Misterio sin el amor y colaboración de la mujer.
Los hechos que se están viviendo en Kabul y en Afganistán son repudiables, atroces, crueles y alejan al mundo del interés por esa religión.
No hay Espíritu Divino en esos talibanes bañados en sangre inocente y en maldad sobre sus semejantes.
Condenamos esos hechos satánicos y hacemos permanente oración a Dios Todopoderoso para que vuelva la paz y la cordura a esas atribuladas almas.
Que
la Divina Gracia nos libre de ese fanatismo extremo y de esa satánica concepción
de religión.
La compañía y la bendición de Dios y de su
amado Hijo, el Cristo, sea con nosotros siempre.
Amen. Amen. Amen.
GNOSIS DE VANGUARDIA.
Wir danken unseren Mitlesern aus Deutschland für ihre dringende Spende, um diese geistliche Arbeit fortzusetzen. Das Land, aus dem diese Veröffentlichung herausgegeben wird, befindet sich in einer schlechten wirtschaftlichen Lage. Gott belohne dich.