La vida es un don de Dios. Ni
siquiera es un sólo milagro. Es un infinito y constante conjunto de milagros
que se suceden de instante en instante, infinitamente.
Cuando
contemplamos el milagro de la vida en sus eternas manifestaciones, llegamos a
la inequívoca conclusión de la existencia de un Ser Superior. Supremo. Dotado
de una inteligencia magna y eterna. Dotado de incondicional Amor, una
Consciencia y de un poder ilimitado e inimaginado, que no nos es posible comprender
porque eso es infinito y nuestra mente es finita.
Al
Ser que reúne todos esos atributos anteriores, y muchos más, es a quien
llamamos Dios. El que tiene el don de la “Continencia”,
como lo llamó Tomás de Kempis. Es decir, quien
contiene en sí mismo, la capacidad de existir por siempre, sin necesidad de
factores o elementos externos a sí mismo.
Ese
Ser Supremo es el origen de toda vida. Es el Creador. El Padre de todas las
paternidades, de todas las luces y de todos los infinitos.
Pues
bien, la obra del Padre, que es la Creación entera, con sus infinitas especies
y formas vivientes, están siendo amenazadas por el hombre. Amenazadas por esta
civilización de víboras, de depredadores infernales. Esta civilización
materialista y obscena en su proceder, está acabando con la vida sobre el
planeta.
Por lo que actuando así, estamos precipitando el final de este día Cósmico, y produciendo “Las Cifras de la Muerte”. Las estadísticas y los informes dan terror, pero son reflejo fiel de la equivocación y maldad del hombre.
Veamos:
Los
abortos provocados llegan ahora a 56 millones al año. Entiéndase que esos abortos son asesinatos alevosos y premeditados
contra inocentes criaturas humanas, a quienes descuartizan en el vientre de sus
madres.
Los
cinco países con mayor tasa de homicidios están en Latinoamérica.
Honduras
con tasa de homicidios de 90.4 por cada 100.000 habitantes, está en un
vergonzoso primer lugar en el mundo.
Venezuela,
con tasa de 53.7, es el segundo. Y su tasa ha aumentado consistentemente desde
1.995.
Belice,
tasa de homicidios de 44.7.
El
Salvador, 41.2.
Guatemala,
39.9. Para comprender cabalmente estas macabras cifras, es preciso
relacionarlas con la cantidad de habitantes de cada país, y así veremos el
nivel de violencia y desprecio por la vida propia y la ajena.
La
cantidad de homicidios anualmente en todo el mundo sobrepasa los 464.000, cifra
exorbitante comparada con las víctimas de guerras que es de 89.000 al año.
La
población mundial ha pasado de 1.000 millones en el año 1.800 a 6.000 millones en el 2.000. Pero el 31 de
Octubre de 2.011, se alcanzó una
sorprendente cifra de 7.000 millones de seres humanos sobre la tierra.
Cada minuto nacen entre 323 y 358 bebés.
Según
la Unicef, 4.000 niños mueren diariamente por desnutrición crónica. Y en todo
el mundo, más de 165 millones de niños sufren desnutrición severa.
África
sufre sequía por más de 10 años, y eso ha originado que más de 53 millones de
personas estén al borde de entrar en hambruna total. De esos 53 millones
mencionados en riesgo, un 16% son niños menores de 5 años, quienes sufren un
infierno de inanición y dolor que no permitirá una vida larga, y mucho menos
saludable.
Países
africanos donde el hombre, prevalido de machismo e ignorancia, tiene hasta 5
mujeres, y procrea de 18 a 23 hijos. ¡Qué horror!
El
pasado 2020, los humanos lanzamos a la atmósfera un total de 12.500 millones de
toneladas métricas de Dióxido de Carbono y otros gases de efecto invernadero.
La
humanidad actual destruyó entre 2.010 y 2.015 más de 3.153.600 hectáreas de
bosques. Y su voracidad depredadora continúa.
Los
incendios forestales de Australia del 2020, produjeron emanaciones de gases en
cuantía de 300 millones de toneladas métricas lanzadas a la atmósfera; además
de la muerte de miles de ejemplares de la exótica fauna de Oceanía.
Según
la ONU, 2.600 millones de personas dependen de la agricultura; sin embargo, el
52% de los suelos mundiales sufre degradación. Unido a lo anterior, el 60% de
la población depende de la ingesta de
tres cereales, que son arroz, maíz y trigo.
Cuando
terminó la Guerra Fría, las ojivas nucleares
eran 22.000, y estaban emplazadas estratégicamente en muchos países,
direccionadas hacia el supuesto enemigo. Esas armas fueron objeto de acuerdos
de destrucción; sin embargo, algunas de ellas se desarmaron, pero no se
destruyeron. De esa manera, queda un inmenso y mortífero arsenal operativo, que
unido al que podría armarse otra vez, borraría todo vestigio de vida sobre la
tierra.
La
bomba explotada en Hiroshima y que destruyó esa ciudad japonesa totalmente,
sólo tenía 64 kilogramos de Uranio. La de Nagasaki, explotada tres días
después, tenía solamente 6.4 kilos de Plutonio, produciendo los letales efectos
por todos conocidos.
Pues
bien, el llamado Club Nuclear, formado por cinco países, distribuye sus armas
así:
Rusia,
6.375.
USA,
5.800.
China,
320.
Francia,
290.
Reino
Unido, 215.
Además
hay países que también poseen armas atómicas, como Corea del Norte, India,
Pakistán e Israel, pero cuyas cantidades se dice desconocer por parte de la
Agencia de Energía Atómica. Sumada a la peligrosa situación anterior, se tiene
certeza que hay armas nucleares en manos de terroristas internacionales,
quienes las han adquirido ilegalmente, como consecuencia de la desintegración
de la extinta Unión Soviética.
Con gran dolor y vergüenza, hemos mencionado esas “Cifras de la Muerte”, con el único objeto de producir en nuestros lectores una reflexión, una catarsis transcendental, que vea la realidad trágica y mortal a que estamos enfrentados. Una realidad horrorosa producida por la mal llamada “Ciencia”, que es un monstruo peor que la Hidra homérica, porque es la liberación de la energía del núcleo del átomo, que lleva implícita la liberación demencial de fuerzas infernales.
Muchos
países bajo el manto de esas armas, se creen protegidos, sin saber que es el
manto del fuego devorador, satánico, que se derramará sobre todos nosotros,
convirtiendo la tierra en un doloroso infierno.
La
Ciencia carece de Bioética. Sus postulados y axiomas están cegados por el hambre
de dinero y las ansias de poder. La Ciencia no tiene límite ético.
Razón
tenía Francois Rabelais cuando dijo: “La
Ciencia sin Consciencia es la ruina del alma.”
Ante
todo este panorama de terror y muerte anunciada, nos queda un único camino, que es la búsqueda
urgente de Dios Todopoderoso, de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Urgente
volver caras hacia lo superior. Lo Eterno. Obviamente que la vida física la perderemos
algún día, pero la vida del alma, tenemos que trabajarla. Merecerla. Por eso: “No dejes noche ni día de buscar, hasta que
halláis encontrado los caminos del Reino de la Luz.”
Gracias
eternas damos a Dios, porque nos ha tocado trabajar con almas. Infundiendo
siempre el soplo de Sabiduría y los anhelos de salvación en los corazones
humanos. Hemos estado siempre celebrando con el Arcángel Gabriel, el Bautismo
de la Sabiduría, el cual realiza el milagro de hacernos humanos.
Esparcir
la semilla del Espíritu de Salvación en nuestros semejantes, para gloria de Dios, es nuestra noble e
indeclinable misión.
Es tiempo de buscar a Dios, antes que ya no se pueda encontrar. Algunos han vivido todas sus vidas para el ego. Ya es tiempo de vivir para el Ser, para Dios.
Es
tiempo de abandonar radicalmente toda maldad. Abandonar ya toda aberración,
iniquidad, concupiscencia, contumacia. Producir un cambio total en el ser, en
el pensar, en el actuar.
Tenemos
que darnos cuenta que la humanidad está sentada sobre una explosiva y demencial
silla nuclear, que tarde o temprano, se activará por cualquier razón, y dará cumplimiento a la profética palabra de
Jesús el Cristo: “No quedará piedra
sobre piedra.”
Que
Dios, bueno y misericordioso, nos perdone y ponga sus manos sobre el corazón
podrido de los líderes del mundo y les dé paz y mucho amor, para que jamás ocurra
una nueva hecatombe nuclear.
La
Paz es el nivel más elevado para las almas que cumplen las leyes humanas y
divinas. La Paz Universal sólo es posible sacando el ego del Templo del Dios
Vivo y practicando el mandato de Nuestro
Salvador: “Amaos los unos a los otros,
como yo os he amado.”
Pablo
apóstol, escribió: “Cuán hermosos son
los pies de quienes anuncian la Paz.”
Y
Jesús el Cristo, nos dijo al momento de su partida: “Mi Paz os dejo, mi Paz os doy.”
Que
la Paz y el Amor de Nuestro Salvador, el Señor de la Infinita Misericordia,
nazca en nuestros corazones y nos permita seguir viviendo seguros en un mundo
tan frágil y volátil.
“PAX DOMINE SIM SEMPER VOBISCUM.”
Amén. Amén. Amén.
GNOSIS DE VANGUARDIA
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