(REFLEXIÓN XLI)
A una niña re enojona.
La ira es uno de los defectos que golpea con más fuerza la vida del Iniciado y de toda la humanidad.
Es una cabeza de legión que impacta nuestra fisiología humana y divina, teniendo repercusiones sobre todas nuestras acciones, sentimientos y pensamientos.
Cuando experimentamos ira, el sistema endocrino sufre un cambio porque las glándulas suprarrenales vierten adrenalina en el torrente circulatorio, haciendo que la sangre se dirija en mayor cantidad hacia órganos del cuerpo que pudieran necesitarse para una eventual defensa o para una posible agresión.
Esa misma adrenalina es una sustancia derivada del elemento fuego, que energiza nuestros órganos y los prepara para accionar nuestra defensa.
También esa hormona tiene acción trombolítica sobre la sangre y cambia el ritmo cardíaco, produciendo tensión alta, y en ocasiones, eventos cardiovasculares moderados o mortales.
Según la intensidad, cuando se viven esos momentos de ira, el cerebro puede sufrir ischemia cerebral o ACV, que pueden ser mortales o dejar al paciente semi o parapléjico de por vida.
La ira es producto del elemento fuego corriendo avasallador y desbordado por la anatomía humana. Quemando bosques, valles o praderas de nuestra tierra personal. Secando ríos y arroyos de nuestra hidrografía sanguínea, y lanzándoles rocas, piedras y desechos sólidos, produciendo una tragedia de salud, donde nosotros mismos somos los únicos damnificados.
La ira transforma nuestra personalidad, pues ese defecto hace que afloren en nosotros, una serie de comportamientos ocultos que desencadenan conexión peligrosa entre nuestros defectos psicológicos, creando una conjunción de sentimientos que devienen en violencia, agresiones o venganza.
Observe el lector que, en momentos de ira, primero hay una impresión fuerte, que por falta de observación, de control y voluntad, no supimos transformar. De inmediato, se produce una reacción violenta en palabras. Parece que perdemos el equilibrio emocional. Y se produce un cambio en el funcionamiento de nuestras glándulas endocrinas. Al mismo tiempo, maquinamos en la mente cantidad de respuestas casi todas violentas. Queremos agredir, golpear, matar, romper cosas, lanzar objetos.
Cierto es que todas las personas no reaccionan de la misma forma. Cada una lo hace según su nivel de trauma o según la fortaleza de su propio defecto. Algunas personas se quedan sin hablarle a nadie, con un voraz incendio en su interior. Otros hablan, gritan y golpean durante horas. A veces en esa actitud duran días enteros.
La ira produce una reacción en cadena que involucra y activa una hermandad diabólica, asociando egos, más o menos así: ira, insulto, venganza, violencia física o intra familiar, violencia verbal o psicológica, amenazas, odios, decisiones terminales, rompimientos sentimentales, rencores, golpes, riñas, asesinatos, rompimiento de objetos, divorcios, suicidios, violaciones, delaciones de secretos, mentiras, traiciones, falta de apetito, hipertermia, aislamiento social, intolerancia a todo, crítica violenta y radical a los preceptos y cánones de conducta social
En el fondo, cuando un proceso de
ira sacude tu vida, tu alma vive un infierno, aquí en la tierra.
Algunos casos de ira tienen fatales consecuencias porque sus actores terminan convertidos en homicidas, pagando muchos años de cárcel. En suicidas, en eventos sicariales. Víctimas de un ego que es verdadero demonio, producto de malformaciones del fuego sexual, de aberraciones que sólo pueden ser eliminados por el acto tántrico, puro y santo, por la Madre Divina Kundalini y comprendiendolo previamente en los 49 niveles de la mente.
La Psicología tradicional sugiere la práctica de algún deporte, tocar instrumentos musicales o escuchar música; sin embargo, ninguna de esas terapias puede resolver de fondo la eliminación radical del defecto de la ira. Porque lo que nació del fuego, sólo el fuego puede eliminarlo.
Hay iras que son históricas, como la narrada por Homero al empezar la Ilíada, cuando dice: “Canta, oh Diosa, la cólera del divino Aquiles...”
Hay regiones de algunos países donde sus habitantes son reconocidos por su ira, por su intolerancia y deseos de venganza ante cualquier evento.
Hasta hace algún tiempo, el Código Penal colombiano consagraba la “ira e intenso dolor” como un atenuante para casos criminales. Es decir, ese ego era una excusa.
Hay familias enteras reconocidas por su ira, agresividad, violencia y pasión de venganza. Y equivocadamente la gente cree que esa rabia es algo genético; pero lo que sucede es que la Ley Divina junta almas con el mismo karma y el mismo nivel vibratorio en grupos humanos afines.
La ira es un ego, un defecto satánico, que te hace perder hasta tu natural fisonomia. Te cambia el rostro, las facciones, te cambia el color de la cara, y el color de tus ojos se transforma como brasas de candela. La nariz produce una dilatación en los cornetes y senos paranasales para recibir más oxígeno. Y en general, adquieres una apariencia satánica, derivada de la activación y contacto con tus propios infiernos.
Visto clarividentemente, la ira es un monstruo, como la hidra homérica, con muchos tentáculos burlescos, que para mal tuyo, llevas en tu alma.
El
ritual gnóstico de Navidad, en la Liturgia del Tercer Milenio, dice:
“El Cristo Íntimo huye despavorido delante de los celosos, fornicarios, e iracundos, y al irse El, todos quedan sumidos en el reino de las tinieblas, donde sólo se oye el llanto y el crujir de dientes”.
La ira te aparta del sendero del Cristo y de sus Santas bendiciones. La ira te roba la paz del alma y del corazón y pone tu vida a vivir un huracán de pasiones diabólicas desbordadas e irracionales.
Si no eliminas la ira, ella te eliminará a ti y te sacará del camino de la luz. Por eso, hay que buscar la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento humano, como dice la Biblia. Sin paz es imposible encarnar el Cristo. Por eso, el mismo Salvador lo dijo: “En paciencia poseeréis vuestras almas.”
Te
bendecimos, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y del Santo
Tetragrammaton, para que la paz más profunda reine siempre en tu alma y tu
corazón.
Amén. Amén. Amén.
PRACTICA PARA CONTROLAR UN POCO LA IRA
HACER PENITENCIA DURANTE 27 DÍAS SEGUIDOS, ORANDO 108 PADRE NUESTROS, DE TAL FORMA QUE, EMPEZANDO POR EL ESTE Y TERMINANDO POR EL NORTE, SE HAGAN 27 A CADA PUNTO CARDINAL. OFRECER ESA PENITENCIA A DIOS TODOPODEROSO .
MARIANO
JOSÉ HERRERA VILLERA.
M.K.
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Me encanto este artículo... wuaoo súper acertado🙌
ResponderEliminarMe encanto este artículo... wuaoo súper acertado🙌
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