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Sin embargo, por la complejidad, por la
crisis en que se debate la familia actual, consideramos inaplazable realizar a
manera orientativa, algunas consideraciones sobre el funcionamiento de la
familia de hoy.
Hay familias con comportamientos y relaciones
muy particulares.
A.) Hay familias convencionales muy funcionales.
B.) Familias
Funcionales pero no convencionales
C.) Familias convencionales pero disfuncionales.
D.) Familias desvertebradas, pero funcionales.
E.) Familias heteromorfas disfuncionales.
El origen de la familia es desde los tiempos
del Neolítico. Pero la Biblia asoma su institucionalidad desde el momento de la
creación de la mujer, en el Génesis, capítulo 2, versículos 21 y 22.
Las familias convencionales son aquellas que
tienen en su estructura Padre-Madre-Hijos, o sea la triangulación psicoafectiva.
Su grado de funcionalidad está
determinado por la fortaleza de sus valores elementales y transcendentales. Por
la armonía entre sus miembros, la calidad de la comunicación intraestructural.
Los valores compartidos y practicados. Los objetivos comunes, el respeto
piramidal entre sus miembros y la sana y
permanente convivencia. Este tipo de familias afrontan sus retos o problemas en
forma unida y resiliente, de manera que todo problema, es oportunidad de
superación y de aprendizaje y crecimiento. Sin embargo, este es el segmento del
nicho familiar que está en disminución o en peligro de extinción.
Las familias Funcionales pero no Convencionales,
son aquellas que aun teniendo sus miembros grandes diferencias, o siendo de
características e intereses diferentes, aprenden a convivir desde la
tolerancia, el respeto a sus ideas, aprenden a respetarse y a amarse desde las
diferencias. Porque sus miembros de avanzada y futurista conceptologia tienen
profundo respeto por el libre albedrio. Entienden que cada ser humano es único
e irrepetible, que tiene derecho a respetar y ser respetado en cualquiera de
sus manifestaciones. Su Cosmovisión puede ser única, atípica, pero es su
Cosmovisión y ella sirve de sustento a su vida, a su existencia. Lo grande e interesante
de este grupo es que todos con su comportamiento, con su fuerte tolerancia, con
su actitud intencionalmente colaboran para que el grupo funcione.
Muy asombroso y preocupante que haya alta tasa de familias convencionales pero
que sean disfuncionales. Familias que tienen la presencia de los padres, de los
hijos, de comodidades, de alta capacidad adquisitiva, pero que tienen grandes
falencias, grandes e irreconciliables diferencias entre sus miembros. Familias
sin afecto, sin amor, sin verdaderos valores. Donde la estructura
comunicacional es demasiado frágil o, simplemente, no existe.
Familias donde los padres han perdido su
función fiscalizadora, ductora y orientadora de sus hijos y se han convertido
en permisivos y omisivos. Familias en que sus miembros no se comunican jamás.
Llenas de odios, de rencores, de violencia intrafamiliar. Donde los hijos no
respetan a los padres y estos no ejercen
ninguna autoridad sobre ellos, solo son proveedores de bienes y servicios y de
un techo. Pero la calidez y objetivos del hogar no existen.
Donde cada miembro es una isla, sumido en su
burbuja. Hijos rebeldes. Padres concupiscentes, llenos de juicios y prejuicios.
Seres que mascullan diariamente el pan amargo de la ira y la amargura. Que
andan en tinieblas. Sin norte ni proyecto alguno de vida. Hijos que aborrecen a
sus padres y los maldicen o al revés. Lo cual me hace recordar lo preceptuado
en Levítico 20,9: “El hijo que maldijere a su padre o a su madre,
irremisiblemente morirá.”
Hay también familias desvertebradas, pero
funcionales, que son aquellas en que los
miembros son muy diferentes en años, en parentesco, en capacidades físicas,
motoras, psicológicas, pero que funcionan, porque su simbiosis, su alianza es
necesaria para la convivencia o para la sobrevivencia. Pueden estar constituidas
por una abuelita y sus nietos; por un tío, su mamá, y los sobrinos. También por
los abuelos y dos o tres nietos. Pero ante su necesidad extrema se juntan, se
auto ayudan, se solidarizan con el otro y se comunican valores y experiencias.
Se van transformando en escuela de vida y así trascienden sus infortunios hasta
consolidarse como una gran familia, cimentada en el amor, en la paz, en la
armonía.
Familias heteromorfas que por la naturaleza
de su composición son como el agua y el aceite y nunca funcionan. Personajes
sombríos, abismales, corruptos, desadaptados, rémoras de una sociedad caótica y
degenerada. Familias estas donde el prototipo es la violencia, las aberraciones
sexuales, el consumo de sustancias psicoactivas. Donde la aberración es tal que
incluso, hemos visto casos en que los padres mandan a los hijos a vender droga
o en donde los padres para aparentar ser buenos y comprensivos les compran
ellos mismos la droga a sus hijos.
La familia no necesita de una redefinición,
como me sugirió un sabio en amena conversación. Lo que necesita son valores y
principios que blinden a sus integrantes ante la agresión permanente de una
sociedad que se desintegra y que agoniza estrepitosamente. Si la desintegración
de la familia continua, si se acelera, entonces la humanidad del planeta estará
en severa amenaza, y sufrirá el impacto mortal en su base fundamental, en su
unidad más emblemática.
Definitivamente, es inaplazable formar a los
hijos en valores. Pero en valores no solamente elementales, sino transcendentales,
pero una formación que se transforme en conducta, que no sea meramente
intelectiva, que sean valores firmes, estables, que blinden a los hijos “Buscad
el reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura.” Solo Cristo
forma seres de luz, seres con valores elementales y transcendentales.
Ciudadanos del Cosmos infinito. Seres que puedan decir como Fenelon, el
filósofo francés: “Amo a mi familia, más que a mí mismo. Amo a mi patria, más
que a mi familia, pero amo a mi Dios más que a mi patria.”
Que Dios nos bendiga siempre y nos ayude a
ser parte de su Sagrada Familia.
MARIANO
JOSE HERRERA VILLERA
MAESTRO
M.K.
Apreciado lector (a), mucho agradecemos hacer tu donación para el sostenimiento y pago de esta noble misión de Pedagogía Espiritual. "Dando es como se recibe".
Muy ilustrador
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