jueves, 13 de diciembre de 2018

CONSIDERACIONES SOBRE LA FAMILIA DE HOY

Foto: Archivo Digital Google
Por milenios se ha definido la familia como la célula fundamental, esencial de la sociedad. Vista desde esa perspectiva, la familia constituye la piedra angular de toda sociedad, y por consecuencia el entramado, sobre el cual se cimientan las naciones y pueblos de toda la tierra.

Sin embargo, por la complejidad, por la crisis en que se debate la familia actual, consideramos inaplazable realizar a manera orientativa, algunas consideraciones sobre el funcionamiento de la familia de hoy.

Hay familias con comportamientos y relaciones muy particulares.
A.)  Hay familias convencionales muy funcionales.
B.) Familias Funcionales pero no convencionales
C.)  Familias convencionales pero disfuncionales.
D.)  Familias desvertebradas, pero funcionales.
E.)  Familias heteromorfas disfuncionales.

El origen de la familia es desde los tiempos del Neolítico. Pero la Biblia asoma su institucionalidad desde el momento de la creación de la mujer, en el Génesis, capítulo 2, versículos 21 y 22.

Las familias convencionales son aquellas que tienen en su estructura Padre-Madre-Hijos, o sea la triangulación psicoafectiva.  Su grado de funcionalidad está determinado por la fortaleza de sus valores elementales y transcendentales. Por la armonía entre sus miembros, la calidad de la comunicación intraestructural. Los valores compartidos y practicados. Los objetivos comunes, el respeto piramidal entre sus  miembros y la sana y permanente convivencia. Este tipo de familias afrontan sus retos o problemas en forma unida y resiliente, de manera que todo problema, es oportunidad de superación y de aprendizaje y crecimiento. Sin embargo, este es el segmento del nicho familiar que está en disminución o en peligro de extinción.

Las familias Funcionales pero no Convencionales, son aquellas que aun teniendo sus miembros grandes diferencias, o siendo de características e intereses diferentes, aprenden a convivir desde la tolerancia, el respeto a sus ideas, aprenden a respetarse y a amarse desde las diferencias. Porque sus miembros de avanzada y futurista conceptologia tienen profundo respeto por el libre albedrio. Entienden que cada ser humano es único e irrepetible, que tiene derecho a respetar y ser respetado en cualquiera de sus manifestaciones. Su Cosmovisión puede ser única, atípica, pero es su Cosmovisión y ella sirve de sustento a su vida, a su existencia. Lo grande e interesante de este grupo es que todos con su comportamiento, con su fuerte tolerancia, con su actitud intencionalmente colaboran para que el grupo funcione.

Muy asombroso y preocupante que  haya alta tasa de familias convencionales pero que sean disfuncionales. Familias que tienen la presencia de los padres, de los hijos, de comodidades, de alta capacidad adquisitiva, pero que tienen grandes falencias, grandes e irreconciliables diferencias entre sus miembros. Familias sin afecto, sin amor, sin verdaderos valores. Donde la estructura comunicacional es demasiado frágil o, simplemente, no existe. 

Familias donde los padres han perdido su función fiscalizadora, ductora y orientadora de sus hijos y se han convertido en permisivos y omisivos. Familias en que sus miembros no se comunican jamás. Llenas de odios, de rencores, de violencia intrafamiliar. Donde los hijos no respetan a  los padres y estos no ejercen ninguna autoridad sobre ellos, solo son proveedores de bienes y servicios y de un techo. Pero la calidez y objetivos del hogar no existen.

Donde cada miembro es una isla, sumido en su burbuja. Hijos rebeldes. Padres concupiscentes, llenos de juicios y prejuicios. Seres que mascullan diariamente el pan amargo de la ira y la amargura. Que andan en tinieblas. Sin norte ni proyecto alguno de vida. Hijos que aborrecen a sus padres y los maldicen o al revés. Lo cual me hace recordar lo preceptuado en Levítico 20,9: “El hijo que maldijere a su padre o a su madre, irremisiblemente morirá.”

Hay también familias desvertebradas, pero funcionales,  que son aquellas en que los miembros son muy diferentes en años, en parentesco, en capacidades físicas, motoras, psicológicas, pero que funcionan, porque su simbiosis, su alianza es necesaria para la convivencia o para la sobrevivencia. Pueden estar constituidas por una abuelita y sus nietos; por un tío, su mamá, y los sobrinos. También por los abuelos y dos o tres nietos. Pero ante su necesidad extrema se juntan, se auto ayudan, se solidarizan con el otro y se comunican valores y experiencias. Se van transformando en escuela de vida y así trascienden sus infortunios hasta consolidarse como una gran familia, cimentada en el amor, en la paz, en la armonía.
Familias heteromorfas que por la naturaleza de su composición son como el agua y el aceite y nunca funcionan. Personajes sombríos, abismales, corruptos, desadaptados, rémoras de una sociedad caótica y degenerada. Familias estas donde el prototipo es la violencia, las aberraciones sexuales, el consumo de sustancias psicoactivas. Donde la aberración es tal que incluso, hemos visto casos en que los padres mandan a los hijos a vender droga o en donde los padres para aparentar ser buenos y comprensivos les compran ellos mismos la droga a sus hijos. 

La familia no necesita de una redefinición, como me sugirió un sabio en amena conversación. Lo que necesita son valores y principios que blinden a sus integrantes ante la agresión permanente de una sociedad que se desintegra y que agoniza estrepitosamente. Si la desintegración de la familia continua, si se acelera, entonces la humanidad del planeta estará en severa amenaza, y sufrirá el impacto mortal en su base fundamental, en su unidad más emblemática.

Definitivamente, es inaplazable formar a los hijos en valores. Pero en valores no solamente elementales, sino transcendentales, pero una formación que se transforme en conducta, que no sea meramente intelectiva, que sean valores firmes, estables, que blinden a los hijos “Buscad el reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura.” Solo Cristo forma seres de luz, seres con valores elementales y transcendentales. Ciudadanos del Cosmos infinito. Seres que puedan decir como Fenelon, el filósofo francés: “Amo a mi familia, más que a mí mismo. Amo a mi patria, más que a mi familia, pero amo a mi Dios más que a mi patria.”

Que Dios nos bendiga siempre y nos ayude a ser parte de su Sagrada Familia.


MARIANO JOSE HERRERA VILLERA
MAESTRO M.K.

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