sábado, 25 de mayo de 2019

DE COMO EL EGO TE HACE PERDER LA SALUD FÍSICA Y MENTAL

Foto: Archivo Digital Google
En su constitución y diseño, en su anatomía y fisiología, el hombre es un ser perfecto. Sin embargo, a lo largo de las edades, con el transcurrir del tiempo, la vida del hombre se ha vuelto compleja, complicada, se ha llenado de vicios, de costumbres insanas que le han hecho perder la salud.

Al ego se le define como el agregado psicológico infinitesimal que persigue y azota el alma humana, induciéndole al error, al sufrimiento, a las tinieblas, a la ignorancia, a la enfermedad y finalmente a la muerte física.

El ego es una energía pesada, infradimensional, con parte de nuestra consciencia atrapada en sí mismo; capaz de hacernos actuar, pensar y sentir según sus propios intereses y características.

En términos simbólicos y para referenciar la magnitud del poder del ego sobre la conducta humana, Samael afirma que, 97% de nuestra alma ha sido tomada, secuestrada, bloqueada o imposibilitada por las entidades egoicas. Es decir, por el error, por el mal actuar, mal pensar y el mal sentir.

Afirmamos que el 97% es simbólico, porque nadie conoce el 100% y porque la suma de los dígitos de 97, da el arcano 16, que en la profunda y densa sabiduría egipcia, simboliza la destrucción en el alma  humana, la caída, la pérdida de todos los poderes que divinizan.

Las entidades egoicas tienen diferentes formas de manifestarse y lo hacen en diferentes tiempos y edades del ser humano. No podría, por ejemplo, manifestarse el ego de la fornicación en un niño de dos años, puesto que su desarrollo físico imposibilita la comisión de tal acto. Pero en cambio, el “yo” de la ira le permite expresar su inconformidad con algo. Por ejemplo, el sentir hambre, dolor, calor, frio o rechazo, es manifestado por medio de la ira o el llanto intenso, que en ocasiones llega hasta hacerle perder la respiración al niño.

El “yo” de la ira cambia, altera y perjudica severamente el sistema endocrino del ser humano; a tal extremo que millones de personas mueren anualmente por eventos cardio-cerebrovasculares. A propósito de lo cual, el Dr. Hitzig llama a esas patologías conductas con “R” y afirma que Rabia, Resentimiento, Reproche, Rencor, Rechazo, Resistencia, Represión… son estados egoicos emocionales que generan Cortisol, un agente hormonal, cuya presencia en la sangre por mucho tiempo, es mortal para las células arteriales, porque aumenta el riesgo coronario y desaloja o inhibe la segregación de Serotonina, Oxitocina y Dopamina, hormonas estas, que producen estados de satisfacción, de alegría, de relajamiento.

Ese mismo “yo” de la ira ha convertido a millones de personas en asesinos, en suicidas, en agresores compulsivos, cuya vida termina en cementerios,  cárceles, estados parapléjicos, cuadripléjicos, o vegetativos que son pesadas cargas económicas y emocionales para sí mismos y para sus familias.

La Ilíada comienza con una loa a la ira diciendo. “Canta, oh Diosa, la cólera del divino Aquiles. . .”

Históricamente es bien conocida la ira de muchos pueblos contra otros. La cual ha producido guerras fratricidas entre países, entre regiones, entre partidos políticos, o entre religiones, como ocurre con shiitas y sunitas en los seguidores del profeta Mahoma. Similarmente, ocurrió hasta hace poco en Irlanda del Norte, la guerra entre católicos y protestantes, que fue cruel, áspera y sangrienta. Así mismo, la persecución y genocidio en hornos crematorios de más de diez millones  de judíos, en la vergonzosa matanza de la Alemania nazi contra el pueblo hebreo.

Aunque en los casos de guerras religiosas o raciales, además de la ira, se juntan el fanatismo, la discriminación, el odio y el miedo para que ocurra la persecución y aniquilamiento. Muy parecido a lo ocurrido con la Santa e inmunda Inquisición contra inermes seres humanos; o como en la persecución y aniquilación total de los antiguos templarios, que fueron perseguidos desde Roma hasta el Reino de Jordania donde asesinaron a sus últimos combatientes.

La gula es otro ego que daña la salud y mata millones de personas cada año. El humano come para darse gusto y  placer; y casi nunca lo hace para mantener  la salud y el bienestar.

Alimentarse no es nutrirse. Son dos cosas muy diferentes. La ingesta de alimentos sobre saturados de aditivos y preservativos químicos, el alto consumo de productos grasos, de azúcar y de comida chatarra está destruyendo vidas humanas en todo el mundo. Es tal el desafuero y la ignorancia que la llamada ciencia oficial ha desarrollado la profesión de Nutricionista; es decir, un humano que dice o enseña a otro humano qué debe comer, en cuanta cantidad y a qué horas. Nadie ha visto que al león, al elefante, al delfín o a la cebra alguien le establezca códigos y preceptos nutricionales; y sin embargo, viven sanos y disfrutan su vida a plenitud.

El ego de la gula lleva al hombre a enfermedades mortales. El colesterol malo es la tercera causa de muerte al año, según fuentes de la OMS. Este ego impulsa a la persona que no se observa y que no tiene control sobre sí misma, a comer y comer, en forma insaciable, hasta convertirse en obeso, en pre diabético, en diabético, o en enfermo cardiovascular. Y lo que es peor, la victima de este agregado psicológico que es un pecado capital, como lo dice el cristianismo, siempre se justifica para seguir comiendo compulsivamente. El número de diabéticos que mueren anualmente alcanza 2.2 millones de personas.

Hay países que tienen políticas públicas contra la obesidad. Sin embargo, el mercantilismo logra grandes beneficios económicos con esta enfermedad. Millones de dólares gastados en comidas chatarras, en adelgazantes, en gimnasios, en fit devices, en campañas fraudulentas para adelgazar, en ropas deportivas y diseños exclusivos para XXXL size y demás medios, que están lejos de ser eficaces para educar y prevenir la obesidad.

La obesidad se previene y se combate educando y creando una cultura de nutrición sana desde el hogar, y luchando desde adentro de uno mismo, contra ese defecto de la gula que asesina silencioso millones de ingenuos seres humanos cada año.
El demonio del algol que promueve y desarrolla el consumo de alcohol en todo el mundo, destruye la salud física y mental. Destruye los hogares, las familias, la economía doméstica. Destruye la moral, la ética, los valores sociales y espirituales y finalmente, destruye la vida del ser humano. Se calcula en algo más 3.3 millones los seres humanos que mueren cada año por ingesta de alcohol.

El vicio o ego del cigarrillo destruye anualmente millones de seres con cuadros de carcinomas que dan escalofrío. Cáncer pulmonar y crisis cardiogenicas. Deformación de fetos. Arterioesclerosis y ateroesclerosis. Tal parece que ese vicio y el del consumo de drogas son como una especie de plaga egipcia sobre el alma colectiva de la humanidad. Parece que el humano hubiese perdido la brújula, la sindéresis, la norma. Parece que se actúa sin norte, sin motivos, sin razón alguna y que un agujero negro carcome el alma de nuestros semejantes.

El defecto o ego de la fornicación acrecienta el número de pacientes y de muertes por cáncer cada año. Los gnósticos afirmamos desde hace milenios que el cáncer es la consecuencia de infinitas fornicaciones y abominaciones del ser humano. Se nos ha enseñado en las Escuelas de Misterios, que el átomo es la sabia combinación de materia, energía y consciencia. Cuando el hombre o la mujer fornican, lanzan fuera de sí mismos la entidad que promueve la consciencia celular; es decir, aquel mediador cósmico que cuida y establece la sana fisiología orgánica.
Cuando esos actos son repetidos infinitamente durante 20, 30, 40, años o más, o  se han realizado en vidas anteriores; es claro, que se afecta el funcionalismo orgánico y las células entran en un crecimiento amorfo. Pierden el role, el papel, la guía genética y caen en cuadros oncológicos irreversibles. Por esa razón dice el apóstol Santiago: “Todo pecado será perdonado, menos el pecado contra el Espíritu Santo”. Y el apóstol Pablo, inspirado por Dios, afirma en 1Corintios, 6.18: “El que fornica, contra su propio cuerpo peca.”

Siendo que el cielo no es un lugar, ni un tiempo, sino un estado de la consciencia; es totalmente lógico que al malgastar la energía sexual, que es la que da la consciencia, es decir, la energía de formar alma en nosotros, pues entonces no podemos entrar a esa dimensión espiritual, electrónica, que los humanos llaman cielo. Queda explicado, develado, en forma sencilla el misterio del cáncer y el de la consciencia del alma humana. “El que tenga entendimiento, que entienda.”

Desde luego, que muchas sabias y soberbias personas redargüirán en contra de lo anteriormente explicado y dirán que el cáncer es curable. Eso es cierto, pero depende de los merecimientos que tenga el paciente en la vida presente o en las anteriores. Depende de la fortaleza de su fe. Depende de las obras que tenga a su favor. Depende de su capacidad para reprogramar totalmente el chip de su vida en todos los sentidos. Depende de su arrepentimiento, de la oración e intercesión que por él se haga ante la Justicia Divina. Y de muchas cosas que en cada caso son particulares. “Tendré misericordia, del que yo tenga misericordia,” dice Dios en el Éxodo, 33,19.

El perverso ego de la lujuria no solo daña fatalmente al ser humano, sino que crea la empresa mundial de pornografía y prostitución que maneja miles de millones de dólares incitando a la fornicación y destruyendo vidas infantiles, juveniles y de toda edad. Recuerdo que el alcalde de Rio de Janeiro para celebración del carnaval hacia repartir más de 15 millones de preservativos entre los participantes.
El hombre no es un ser perfecto en su parte interna porque los defectos han tomado casi toda su alma. “No somos perfectos,” es una frase que escuchamos cada rato, pero ello no debe justificar la propensión y la insana tendencia a justificar todos nuestros actos. No somos perfectos, pero si somos perfectibles. Sin embargo, es contundente que ninguna religión hará cambiar al ser humano, si este no toma la actitud, la decisión de cambiar.

Dante Alighieri afirmó que: “Ni que tengamos paladar de acero podríamos terminar algún día de enunciar todos nuestros defectos”. Razón por la cual, no intentamos analizar todos los efectos nocivos que sobre nuestra salud producen los defectos o egos que en nuestro interior cargamos. Solo hemos querido, a través de algunos de ellos, demostrar fehacientemente que por llevar una vida equivocada, sin auto observación, sin control sobre nuestros defectos, hemos sido víctimas perdiendo nuestra salud física y mental y disminuyendo de hecho nuestro propio bienestar y disfrute.

La sabiduría gnóstica enseña prácticas eficaces que pueden detener en nosotros esa vida de víctimas, de desventurados robots humanos que viven un espejismo, que son muertos vivientes deambulando por doquier. Seres sin ninguna cosmovisión objetiva de sí mismos. Seres que han perdido toda esperanza de vida gloriosa. Seres que nunca se han dado cuenta de lo grande y maravilloso que somos si aprendemos a ver caminos de grandeza, caminos más allá del comer, trabajar y dormir como autómatas empedernidos.

La gnosis es la puerta estrecha que te enseña la filosofía de la vida y cómo desarrollar las infinitas posibilidades que están encerradas en ti. “Los hombres son grandes y luminosos como las estrellas, pero ellos no lo saben,” me dijo María Magdalena alguna vez. Grandes y luminosos, pero hay que escudriñar el vasto universo interior de cada uno de nosotros y conseguir los tesoros ocultos que están escondidos para los valientes internautas que se atrevan.
Es la hora del salto quántico. La hora del ser o no ser de Shakespeare. La hora del “Gnosce te ipsum”, del templo de Delfos.

“Haz lo que quieras, pero recuerda que de todos tus actos tendrás que dar cuentas,” dice regiamente la liturgia gnóstica.

Que la misericordia de Dios Todopoderoso sea con todos nosotros hoy y siempre.

OM TAT SAT IAO



MARIANO JOSE HERRERA VILLERA
MAESTRO M.K.

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GNOSIS DE VANGUARDIA
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