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Las siete palabras de Jesús en la Cruz son una fuente inagotable de sabiduría celestial. Ellas han sido objeto de estudio, de análisis y de inspiración para muchos Santos e Iniciados de todas las épocas. La primera palabra del Cristo en la Cruz es: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”
Con toda la ofensa a su Divina Majestad, con todo el
horror de una muerte de Cruz, con las humillaciones y maltratos que le hicieron
vivir, Jesús el Cristo, clama perdón para toda la humanidad representada en el
pueblo judío. Pueblo que al decir de Isaías es un pueblo rebelde y contradictor.
Clamar perdón en el momento postrero, perdón para el
verdugo inclemente, no solo es un acto de nobleza, sino un acto de amor y de
misericordia plena. Hasta en esos momentos agónicos y dolorosos el Cristo da
enseñanza a la humanidad ignorante que, aun pasados dos mil años del histórico
acontecimiento, no ha aprendido a perdonar.
Esta primera palabra nos recuerda también el momento de la
lapidación de Esteban, el primer mártir de la cristiandad, a solo 22 años,
cuando exclamó mirando al cielo: “Dios mío, no les tomes en cuenta este
pecado.”
La ignorancia es atrevida. “La expresión de la
ignorancia es una mentira”, dice el Ritual Gnóstico. Sin embargo, la
humanidad entera ama la ignorancia y creyendo ser sabia, se ha vuelto más
ignorante y concupiscente. Por tal razón, ignora que ignora.
Al abandonar a Dios, que es el principio de la inteligencia
suprema, al desconocer el Reino de la inteligencia y del poder absoluto que es
lo que sostiene al Universo firme en su marcha por el infinito, el hombre se ha
hecho hijo y heredero de las tinieblas; y por tanto, tiene que vivir dolores,
amargura, fracasos y muerte. Esa es la lección y el precio para los que
ignoran, para los que jamás perdonan a nadie, ni siquiera así mismos. Para quienes
aman el materialismo desalmado que objetaliza al hombre y quiere convertirlo en
zombie.
No se trata de saberlo todo. Ni tampoco de engreírse con
lo que se sabe. Bien dijo Sócrates en la antigua Grecia: “Solo sé, que nada sé.”
No es que haya que señalar a nadie, y envanecerse con las letras y con la falsa
ilustración que a veces, lo que hace es convertir al hombre en ignorante craso.
Por cuya razón, Pablo, el filósofo de la cristiandad dice en Corintios 3,18: “Si alguno, entre
vosotros se cree sabio, hágase ignorante para que llegue a ser sabio.”
La Verdad es el bien supremo de los que buscan realizar
el viaje de regreso al seno del Padre eterno, al seno de Abraham. La Verdad es
el Padre y quien lo busca debe buscarlo dentro de sí y representado en todo lo
existente. Buscarlo despojado de todo tipo de fanatismo, de toda subjetividad.
Despojado de condicionalismos egoicos. El Padre no puede encontrarse en templos
hechos por manos humanas, ni en corazones llenos de odio y de impurezas.
Los antiguos teólogos decían que: “Al Padre se le debe
obediencia, al Hijo humildad y al Espíritu Santo castidad.” Viviendo en
Estados Unidos, en una ocasión que realizaba un evento misional, una dama me
preguntó cuál había sido el primer pecado y muy presto respondí: “La desobediencia”. Y de cierto, que aunque muchos crean que fue
la fornicación, el primer acto pecaminoso fue la desobediencia, porque de él se
derivaron todos los demás.
Sin obediencia al Padre es imposible encontrar sus
caminos y mucho menos recorrerlos. Sin humildad no es posible la redención, ni imitar
al Cristo y seguir su ejemplo de vida. Sin castidad nadie puede crear cuerpos
existenciales, ni tener vida eterna. Sin castidad nadie puede adquirir la
virtud de la Fe que es el primer don del Espíritu Santo. “Sin Fe es imposible
agradar a Dios.”
Justamente el beneficio del perdón lo otorga el Espíritu
Santo, que es el dador de vida, el divino revocador de sentencias. Y la
revocación de sentencias es un acto de misericordia. Pero es bien sabido que la
misericordia precede al juicio. Y del juicio de Dios nadie sale bien librado.
En esta primera palabra, el Cristo clama perdón al Padre
por toda la humanidad. Por tanto, la humanidad tiene en esta actitud del
Salvador un atenuante valido que es: “Porque no saben lo que hacen.” Es decir, la ignorancia, la
falta de consciencia despierta y de sabiduría del pueblo judío, la ceguera
espiritual que les impidió reconocer al Cordero Divino, es un atenuante, pero
no exime su culpabilidad.
La rebeldía de Israel en no reconocer al Dios con
nosotros, al gran Emmanuel de Isaías, es lo que da cumplimiento a todas las
profecías dolorosas por un lado, y gloriosas por otro, y así, con la sangre del
Redentor, constituirse un nuevo Testamento, un nuevo pacto entre Dios y los
hombres. Es la ignorancia la que exime a los judíos de la culpa total. Pero la
Escritura Sagrada dice en Romanos, 2,12: “Los que sin ley han pecado, sin ley perecerán; y todos los que
bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados.” De todo lo cual se
infiere que pecando sin ley o con ley, siempre hay una consecuencia para el
transgresor.
La humanidad actual se divide en dos grandes grupos: los
materialistas confesos e irreductibles que tienen al dios dinero como fin
supremo de su existencia y los espiritualistas que creen en Dios y que de una u
otra manera, practican una devoción, una fe, una religión.
Para el hombre moderno todo lo que no produzca dinero,
fama y publicidad es basura, es insignificante y sin ningún sentido. En viajes
fuera de mi país, conocí un judío marroquí muy sabio en ciencia oficial y en asuntos
de producir dinero. Doctorado, plurilingüe, educado en las mejores
universidades europeas, al cual me unían vínculos laborales. Este amigo
admiraba mis conocimientos y mis coordenadas espirituales. Pero un día me
sorprendió, porque me dijo: “Tienes mucho conocimiento, pero todo ese conocimiento tuyo no
sirve para ir al supermercado.” Allí comenzó el ocaso de nuestra
amistad.
La humanidad desconoce los caminos del perdón y hasta
trata de engañar a Dios diciéndole: “Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que
nos ofenden.” Una gran mentira,
porque nunca perdonan y siempre están al asecho de una oportunidad para
vengarse y hacer justicia por sus propias manos.
Hace 57 años comenzó la nueva Era de Acuario que es una
Era de luces, de materialismo puro, de ateísmo, de desafíos a la Omnipotencia
Suprema. Una Era de grandes guerras, de violencia y avances en la tecnología de
destrucción masiva. Es la Era del Justo Juez. Del día del Señor. Aquí se
cumplirá lo afirmado en la primera aleya del Corán que dice: “En el nombre Dios,
el misericordioso, el dueño del día del juicio final…”
Afirmamos que las energías cósmicas que ahora están
recorriendo con fuerza la faz de la tierra, afectaran de distinta manera al
habitante del planeta. Todos recibiremos las energías que por influencia de
elementos y posiciones planetarias están llegando a la tierra. Sin embargo, cada
uno recibirá y procesará esta influencia cósmica de manera diferente, según sea
su nivel mental y espiritual. Los irresponsables, los que siempre ignoran dirán
que eso es mentira, pero los que andan en la búsqueda de un peldaño más alto en
la escalera mágica de Jacob, recibirán ayuda y aprovecharán para elevarse. Los
negociantes de la sabiduría verán en este proceso de las almas, una oportunidad
de hacer dinero y venderán el conocimiento, inventaran teorías, credos, sectas
y prácticas litúrgicas especiales para lucrarse. Como en efecto lo están
haciendo en todos los países, especialmente en Latinoamérica.
El Credo es la máxima confesión de Fe de una institución
espiritual. El Credo gnóstico, en uno de sus apartes finales, expresa: “Yo creo en el
bautismo de la sabiduría, el cual realiza el milagro de hacernos humanos.”
Lo cual significa que solo cuando la sabiduría entra en nuestros corazones, y
es dulce a nuestra alma, es que se realiza el milagro de convertirnos en
humanos. Antes de eso solo somos animales intelectuales, como dijera
acertadamente el Iniciador Samael Aun Weor.
El conocimiento solo puede convertirse en sabiduría cuando ha
pasado por el fuego a hacerse experiencia viva, a ser parte de nuestro
patrimonio fohatico. Cuando pasa de lo intelectual o mental a lo espiritual. Es
decir, de lo humano a lo divino. De la tierra al cielo. La verdadera sabiduría
es siempre manifestación de un desdoblamiento de Dios. Veamos: la Luz se
desdobla en Fuego, el Fuego en Sabiduría, la Sabiduría en Felicidad y la
Felicidad es el Cristo manifestado en nosotros.
No obstante lo afirmado anteriormente sobre esos desdoblamientos,
es conveniente afirmar que los Reyes de la Sabiduría son los Jueces de la Ley
Divina, y ellos exigen como requisito al aspirante máxima humildad. He allí la
razón que tuvo Samael para decir en frase luminosa: “Se humilde para alcanzar
la sabiduría, y después de alcanzarla, se todavía más humilde.” Por cierto, la
humildad es una de las supremas virtudes del Cristo. Sin humildad es totalmente
imposible seguir el ejemplo de vida y las enseñanzas del Sabaoth celestial, el
bueno, el misericordioso, el del Camino del Medio, el Hijo del Tesoro de la
Luz, Señor y Salvador nuestro.
Imposible llegar a ser sabio si no practicamos los 3 factores de la
Revolución de la Consciencia, que son la
muerte psicológica o eliminación de nuestros defectos; el nacimiento segundo en
virtudes, en poderes, en facultades del alma y que solo se realiza entrando por
la puerta estrecha, que es el fuego de Pentecostés, la castidad absoluta, la
castidad militante con la esposa sacerdotisa. No la falsa castidad abstemia de
los curas católicos que es contra natura y siempre degenera en aberraciones, en
pederastia, en violaciones, en homosexualismo y demás contumacias gomorritas y
sodomitas. Todo esto como consecuencia de apartarse del camino recto, de lo
preceptuado por los padres del cristianismo primigenio, del cristianismo
filosófico. Todo debido a la violación de los preceptos divinos, porque escrito
esta: “Varón y hembra los creó.” Nadie puede anular, derogar o invalidar la
palabra de Dios si no cae bajo maldición. En 1Timoteo, capítulo 3, versículos
2,3 y 4 leemos:
“Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una
sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar;
No dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias
deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne a sus hijos en
sujeción con toda honestidad.” Los requisitos para obispos, sacerdotes y
diáconos son los mismos. Pero desde el año 300 del cristianismo, a la iglesia
romana le produce más dividendos económicos suspender el matrimonio que cumplir
fielmente el precepto divino.
En el tema de la sabiduría, en combatir la ignorancia humana hay
dos grandes tendencias mundiales. Los que tienen interés en ocultar las
enseñanzas de redención, en ser los nuevos fariseos y saduceos, tapando siempre
la puerta de entrada; que ni entraron, ni dejaron entrar a nadie. Y los que
contra viento y marea, con grandes sacrificios, develamos los misterios y
enseñamos caminos de gloria, caminos de eternidad. Los que diariamente sacamos
de nuestras aljabas el pan dulce y fresco de la sabiduría para compartir con
nuestros hermanos.
Urgente buscar la sabiduría verdadera, la que salva, la que redime.
Urgente dejar la ignorancia denigrante que nos convierte en antropomorfos, en
antropófagos, en habitantes del abismo, de las tinieblas y extingue fatalmente
nuestros sueños de grandeza. Urgente buscar el Reino de Dios y su justicia, que
lo demás vendrá por añadidura. “A Dios nadie le vio jamás. Solo el Hijo que
habita en su seno, él le ha dado a conocer.” Juan, 1,18.
Solo la energía del Cristo pone alas a tus sueños y los convierte
en sueños de gloria y eternidad. Búscalo, en tu corazón está. Solo buscando al
Cristo y cumpliendo sus preceptos nacerá un nuevo sol en tu propio universo.
Solo así agradecerás la misericordia divina y podrás gozoso decir: “Con él. Por
él. Y en él.
Que el
Omnimisericordioso te bendiga y te guarde, oh noble hermano, caminante del sendero!!!
MARIANO JOSE HERRERA VILLERA
M.K.
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